DAVID KARVALA / KAOSENLARED – Los resultados de las elecciones legislativas en Hungría son alarmantes. El partido Jobbik, claramente nazi, ha conseguido más del 20% de los votos y una veintena de escaños. Su dirigente, Gabor Vona, mantiene que su formación es ahora el partido ultra más fuerte de la Unión Europea (UE).
Jobbik, comparado con muchos grupos fascistas, es bastante nuevo. Fue establecido por estudiantes nacionalistas y cristianos en 2003. Saltó a la palestra con las elecciones europeas de 2009, cuando consiguió tres eurodiputados.
El ideario de Jobbik incluye diferentes elementos del nacionalismo de extrema derecha. Busca crear la “gran Hungría”, incorporando territorios húngaro parlantes que antaño formaban parte del imperio austro húngaro, pero que ahora están dentro de Estados como Rumanía o Ucrania. Jobbik fomenta el antisemitismo, acusando a la gente judía —ahora sólo el 1% de la población húngara; antes del Holocausto era mucha más— de representar una amenaza para el país. Judit Szima, una de sus candidatas a las europeas de 2009, publicó un llamamiento para prepararse para “una batalla armada contra los judíos”.
La gitanofobia, muy extendida en Hungría, llega con Jobbik a la violencia brutal: sus militantes están implicados en muchos de los ataques contra gente gitana documentados por las organizaciones de derechos humanos. Jobbik creó la Magyar Gárda, o “Guardia Húngara”, responsable de ataques contra campamentos gitanos. Cuando fue prohibida, se restableció como la “Fundación Guardia Húngara”.
En estas últimas elecciones, Jobbik ha intentado presentar una cara más moderada, buscando el apoyo de jóvenes… o de cualquier votante que se deje impresionar por las fotos de sus candidatos acariciando gatitos. En cierto sentido, es una noticia positiva; demuestra que incluso en Hungría, donde la extrema derecha es fuerte, ésta tiene que disfrazarse para buscar votos.
Existe otro factor muy negativo. El principal partido del gobierno, Fidesz, gira cada vez más hacia la derecha. Éste se formó en 1988, mientras se desmoronaba el bloque soviético, como grupo estudiantil liberal y disidente: su ideología se parecía bastante a la de algunos sectores del movimiento 15M actual. Elegido diputado en 1990, su dirigente, Viktor Orbán, iba al parlamento a pie, vestido con tejanos… Sin embargo, para las elecciones de 1994, Fidesz ya se había convertido en uno de los principales partidos conservadores del país, absorbiendo a destacadas figuras provenientes de la derecha racista. Del liberalismo social pasó al neoliberalismo económico, acompañado de políticas sociales conservadoras. Desde entonces ha ido aún más lejos, llegando a ser un partido populista que roza la extrema derecha, combinando discursos antisemitas y gitanófobos, autoritarismo, homenajes a Horthy, el dictador fascista húngaro de los años 30, y una retórica vacía contra la globalización económica.
En el Estado español alguna gente argumenta que la existencia del PP —como un partido conservador muy de derechas, capaz de atraer a votantes fascistas— hace imposible que un partido realmente fascista obtenga éxito electoral. El caso de Hungría vuelve a desmentir esta “teoría”. Otro caso es Francia, donde el carácter marcadamente racista de la administración de Sarkozy no impidió el auge electoral del Front National. La realidad es que cuando los partidos institucionales agitan la xenofobia, no debilitan a los fascistas; a la larga les abonan el terreno.
Es necesario dar una respuesta, de manera urgente, a la amenaza que supone el partido nazi Jobbik.
Hace falta una izquierda más fuerte y coherente. Parte del éxito de la derecha en Hungría se debe a los fracasos de la izquierda institucional, sin hablar de los 40 años de estalinismo, que mucha gente identifica, equivocadamente, con la izquierda.
Pero también hace falta una lucha específica contra la extrema derecha. En Hungría ha habido movimientos delantifascismo clásico, grupos que limitan la lucha contra el fascismo a una minoría radical. También ha habido movimientos inspirados en el SOS Racismo francés, que han intentado hacer frente al racismo en general, a través de la educación y las instituciones.
Los últimos resultados electorales demuestran que estas estrategias no han conseguido parar al fascismo; ya es hora de intentar lo que ha demostrado su efectividad en otros países: una lucha amplia y unitaria contra la extrema derecha, más allá de los programas políticos de cada sector. Es posible: existen en Hungría diferentes partidos de izquierdas y diversos movimientos sociales. Como siempre, sólo hace falta que alguien tome la iniciativa.
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