Hace ya un mes que Ucrania ha dejado de ser noticia para los medios de comunicación Occidentales. Teniendo en cuenta la campaña de elogio al movimiento Maidán “proeuropeo” y la limpieza de sus atrocidades sobre la población ucraniana y el golpe de Estado, podemos pensar que es preferible que esos medios de comunicación no informen a que informen de la manera en la que lo hicieron meses atrás, legitimando al golpismo cuya esencia debe ponernos en guardia a los españoles, por su parecido con el de 1936.
Un deslegitimado gobierno de oligarcas con Yanukovich como cabeza visible (aunque elegido por el pueblo ucraniano mediante sufragio universal) fue derrocado mediante un golpe de estado sangriento por una amalgama pro-europeísta y de tintes fascistas -ya empezamos a sospechar con la participación de organizaciones abiertamente fascistas como Svoboda en el golpe-. El golpe estableció un gobierno ilegítimo de una camarilla de oligarcas (terratenientes y propietarios) y sus brazos ejecutores abiertamente fascistas. La fractura del país en dos partes diferenciadas no solo en cuanto a idioma y cultura (rusoparlante y ucranianoparlante) sino también en cuanto a influencia extranjera (rusa y europea) produjo una negativa de varias regiones del Este -donde se concentra la mayoría de la industria y riqueza del país- a participar en el gobierno golpista fascista y a defenderse de los ataques de éste mediante la lucha armada. Desde entonces se libra una lucha no sólo por la democracia en las regiones del Donbáss ucranianas (Donetsk y Lugansk, en forma de Repúblicas Populares), federadas en un nuevo estado llamado Novorossia (Nueva Rusia) sino por la libertad y contra el terror fascista.
Las teorías predominantes de conflicto actual que se basan paradójicamente en la ausencia del conflicto mundial o del carácter “puramente étnico o cultural” de los conflictos, encubren una ideología muy conocida por los pueblos que la sufrimos: el neoliberalismo (y el posmodernismo como vertiente filosófica), cuyo objetivo primordial es desmovilizar, desinformar y desconcienciar a una población que se vuelve cada vez más activa políticamente debido a la crisis mundial. Estas teorías habían enterrado categorías y conceptos de explicación del mundo como clase social, como el fascismo, como la lucha armada (en Occidente), como la solidaridad, pecando de un completo desconocimiento de la Historia Contemporánea. Así mismo, las explicaciones geopolíticas o “de intereses económicos” de los conflictos fueron apartadas de los informes oficiales y sobre todo de los medios de comunicación.
Sin embargo, con el caso ucraniano se diferencia del resto de conflictos a gran escala en varios puntos:
Sin embargo, con el caso ucraniano se diferencia del resto de conflictos a gran escala en varios puntos:
1)La existencia de un golpe de Estado en el corazón de Europa, región aparentemente “condenada” a la tranquilidad democrática.
2)La composición de clase de los golpistas divididos en dos partes: una suerte de patronal/oligarquía que ordena y ejerce las funciones políticas y una amalgama de elementos de clase media y excluidos, organizada en partidos y organizaciones fascistas que ejercen de brazo ejecutor y represor, a las órdenes del primer grupo.
3)La reaparición, por lo tanto, del fascismo en su más pura esencia, ejerciendo su papel histórico de represión y terror sobre el pueblo y cuya organización en verdaderos batallones paramilitares (Batallones de la Muerte, formados mayoritariamente por el Sector Derecho) han significado el asesinato sistemático de cientos de civiles ucranianos en masacres como la de Odessa y en cazas de brujas que engloban tanto judíos, como pro-rusos o militantes de izquierda, notablemente los comunistas.
4)La respuesta popular en forma de auto-organización local bajo el nombre de Repúblicas Populares, con una base participativa y militante muy fuerte y cuyos ejes vertebradores del movimiento unitario en repulsa a la “Junta de Kiev” son el pro-rusismo y el antifascismo consciente.
5)El antifascismo como concepto hegemónico en las Repúblicas Populares, más allá de la melancolía más presente que nunca por la extinta Unión Soviética, llegando a generar un movimiento internacional muy parecido a las Brigadas Internacionales de defensa del pueblo ucraniano contra el ataque del fascismo (estos días se ha lanzado una campaña oficial en la que se llama a los internacionalistas del mundo a luchar contra el fascismo y son varias las nacionalidades presentes en las milicias ucranianas contando con rusos, polacos, italianos, alemanes, bielorrusos…).
6)El desencadenamiento de procesos de “soberanía nacional” que se cuestionan interesadamente en el seno de Europa, cosas como la nacionalización de los recursos estratégicos, la germinación de “formas socialistas” en la economía, el sostenimiento institucional de una defensa de la clase obrera autóctona basada en los mineros así como un ataque popular e institucional a los denominados oligarcas, es decir, a los propietarios de las riquezas del Este.
7)Por último, el restablecimiento no solo de un ambiente de Guerra Fría entre Estados Unidos y Rusia, sino una verdadera intervención imperialista por parte de los EEUU en la política ucraniana mediante la figura del senador republicano McCain (que aterrizó en Kiev días después del Golpe) en forma de ayuda militar indirecta: de gobierno a gobierno (pertrechos, armas y sistemas de seguridad) y directa: como la participación de mercenarios de la antigua Blackwater y de consejeros militares estadounidenses. Esta intervención, de la que los medios de comunicación no se hacen eco, se basa en un plan de actuación que tiene su sede en Washington y cuyos documentos se pueden encontrar en Internet. Al otro lado del telón, el papel de Rusia ha sido ambiguo: el apoyo desde el principio a todo movimiento pro-ruso (pero recordemos, también antifascista) pero sin la ayuda suficiente para su victoria nos hace pensar en unas contraposición de intereses entre los mandatarios rusos. Es a destacar también el papel de segundón de la Unión Europea, como sostenedora del gobierno golpista y como cómplice de las matanzas en el Este, creyendo seguir el objetivo de la integración de Ucrania en la UE, también es digno de mención.
Llaman la atención los excesivos paralelismos con la situación de crisis política, económica y social de los años 30 en Europa. La manipulación de los hechos por las empresas de comunicación sólo pueden preocuparnos. ¿Qué papel están jugando? Se podría llegar a pensar que las acciones legitimadoras de estos medios llegan hasta el punto de justificar el golpe de Estado y las masacres en pro de una retirada de Rusia del plano europeo. Conviene recordar la campaña de desprestigio de Putin y el gobierno ruso (para nada exentos de críticas, contradicciones e intereses nada transparentes) llevada a cabo este último año. Examinados los hechos con distancia y frialdad, parece una verdadera hoja de ruta del imperialismo estadounidense, que podríamos resumir en una “Terapia de Shock” (léase Naomi Klein, “La Doctrina del Shock”) para establecer un plan neoliberal de reestructuración de la economía ucraniana, en su lucha por el control de un mundo que poco a poco le pertenece menos a causa del auge de potencias que le rivalizan (BRICS) o de movimientos regionales anti-imperialistas (ALBA).
En este contexto de lucha geopolítica y de crisis económica mundial, la reaparición (porque nunca se fueron) de elementos y categorías genuinamente “modernos” o “pertenecientes al siglo XX” como el fascismo, el imperialismo debe mantenernos alerta en nuestro análisis de la realidad. Los debemos tener en cuenta en su colaboración con los propietarios locales ucranianos, las masacres que no se basan en lo étnico sino en lo político y en lo económico, la persecución de las clases trabajadoras (nunca oligarcas) que se oponen a la Junta de Kiev así como de los comunistas (al más puro estilo nazi). Tenemos que ser conocedores de este golpe de estado de tinte militarista (recordemos que gran parte de los integrantes del Golpe estaban armados y tenían un entrenamiento militar) y fascista (vinculados a Sector Derecho, Svoboda y otros grupos auténticamente nazis) y de la respuesta popular auto-organizada, el antifascismo como eje central de la resistencia debe mantenernos alerta en nuestro análisis de la realidad.
El filósofo Habermas negaba la explicación posmoderna de los fenómenos actuales, alegando que los problemas sociales seguían siendo de naturaleza moderna, por lo que su resolución o tratamiento teórico y práctico pasaba por la conservación de las categorías modernas. El posmodernismo no existiría porque el modernismo no se ha agotado. De hecho el ejemplo ucraniano nos obliga a la reutilización de las lentes materialistas y modernas para la comprensión y análisis de su proceso. El mundo parece girar sobre los mismos problemas, los mismos conceptos, salvando las consecuentes diferencias y matices. Esperemos no tener que continuar con los parelelismos con la Guerra Civil Española y tachar la Guerra Civil Ucraniana como la antesala de la tragedia de una Guerra Mundial. La resistencia contra el fascismo brilla por su actualidad una vez más. Todo el mundo tiene o debería tener los ojos puestos en Ucrania.
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