Un miembro de Al Qaeda que participó en la planificación de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, declaró que la familia real de Arabia Saudita prestó colaboración financiera en la operación.
Zacarias Moussaoui cumple presidio perpetuo en una cárcel de máxima seguridad en el estado de Colorado tras reconocer en una corte federal que conspiró para matar a ciudadanos estadounidenses en los ataques del 11-S. Un mes antes de los atentados, Moussaoui, de nacionalidad francesa, estaba recibiendo dinero para tomar lecciones de vuelo en Minessota cuando fue arrestado por cargos migratorios. En su juicio, el sospechoso reconoció que él sería el quinto secuestrador de una aeronave destinada a ser impactada en la Casa Blanca.
El miércoles pasado trascendió a la prensa que Moussaoui aportó nuevos antecedentes en octubre, a raíz de una acción judicial presentada por familiares de las víctimas del 11-S en contra del gobierno de Arabia Saudita. Los querellantes afirman que miembros del gobierno saudí ayudaron a financiar a Al Qaeda, previo al ataque del 11-S, por varios medios. Exhortado a decir verdad, e incluso por solicitud voluntaria, Moussaoui ratificó esta versión, señalando que funcionarios “importantes” al interior del gobierno saudí financiaron operaciones de Al Qaeda de forma sistemática.
Entre ellos, dijo Moussaoui, se encuentra el príncipe Turki bin Faisal Al Saud, el hijo más joven del fallecido rey Faisal bin Abdulaziz Al Saud. El príncipe Turki dirigió la agencia de inteligencia de Arabia Saudita desde 1979 hasta 2001, fecha en que se convirtió en embajador de su país en Inglaterra y luego en Estados Unidos. Moussaoui declaró a la corte que se reunió personalmente con el entonces príncipe Salman bin Abdulaziz al Saud, actualmente rey de Arabia Saudita, y un oficial superior de ese país que trabajó en la embajada de Estados Unidos en Afganistán, en la década de los 90.
El propósito de una de las reuniones, afirmó Moussaoui, fue programar un viaje a Washington DC para que dos individuos buscaran un lugar seguro en donde mantener escondido un misil Stinger, a objeto de ser disparado en algún momento en contra del Air Force One, la aeronave personal del presidente de Estados Unidos.
El testimonio de Moussaoui se filtró luego de una contraofensiva legal del propio gobierno de Arabia Saudita, que busca desechar las acusaciones de los familiares de las víctimas. Funcionarios del reinado petrolífero indicaron que la querella está basada en el testimonio de “criminales” que tienen “cero credibilidad”, en alusión al testigo francés.
Sin embargo, informaciones aportadas por el ex analista de la Agencia de Seguridad Nacional de EEUU, Wayne Madsen, coinciden en señalar al nuevo rey Salman como patrocinador de Al Qaeda. “Es la participación de Salman en el financiamiento de Al Qaeda y otros terroristas lo que probablemente reforzará la negativa de Obama de desclasificar las 28 páginas perdidas del informe del Comité de Inteligencia del Senado de 2002 sobre las fallas de inteligencia que rodean al ataque”, escribió Madsen.
El también periodista, con base en Washington DC, señaló que “no hay dudas de que las actividades de Salman eran conocidas por la Agencia Central de Inteligencia (CIA), la cual aprobó un canal saudí para abastecer de guerrillas árabes a las fuerzas del mujahedin cuando Langley se involucraba en una campaña para derrocar al gobierno socialista y secular de Afganistán” en la década de los 80.
Madsen agrega que un familiar de Salman, el príncipe Mohammed bin Nayef, fue arrestado en Francia en 1999 por tráfico de cocaína. El ministro del Interior saudí, escribe Madsen, dijo a París, un año después, que si el país europeo levantaba cargos por narcotráfico en contra del príncipe Nayef, un lucrativo contrato de defensa de 7 mil millones de dólares, el Proyecto SBGDP («Garde Frontiere») con la empresa francesa Thales, sería cancelado. De todo aquello habría quedado registro en un cable diplomático secreto que data de febrero del 2000.
“La cocaína que traficaba Nayef, de acuerdo a un documento confidencial de la Administración para el Control de Drogas de Estados Unidos (DEA), estaba siendo usada para financiar a Al Qaeda en Afganistán. El dinero pagado a reclutas terroristas que pasaban por el Riad, fue obtenido por el Ministro del Interior desde arcas del narcotráfico depositadas en cuentas bancarias secretas. La CIA estaba en conocimiento de aquello e incentivó los pagos extraoficiales a reclutas de Al Qaeda”, finaliza.
Eventuales nexos criminales entre el gobierno de George W. Bush y la familia real saudí era lo que el ex piloto de la CIA Phillip Marshall pensaba revelar en un libro, antes de aparecer muerto junto a sus dos hijos en California, en febrero de 2013.
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