Baltimore, la ciudad que inspiró los poemas de Edgar Allan Poe y la célebre serie “The Wire”, es una urbe dividida en dos: un núcleo revitalizado que busca recuperar su antiguo papel como motor económico y un cóctel combustible de pobreza y crimen que apenas necesitaba una chispa para estallar.
Los graves disturbios del lunes en Baltimore, que resultaron en 20 policías heridos y más de 200 arrestos, han devuelto a las portadas periodísticas la imagen de una ciudad al borde del colapso que popularizó “The Wire”, una crónica de la violencia, la corrupción y el auge de las drogas en esa ciudad que se convirtió en serie de culto la década pasada.
En ese retrato televisivo cabe solo una parte de la compleja realidad de Baltimore, una ciudad de 622.000 habitantes en el estado de Maryland, noreste de EE.UU., que se ha convertido en escenario de los mayores disturbios en el país desde los registrados en agosto pasado en Ferguson (Misuri).
Aunque la muerte de un joven negro a manos de la policía fue el detonante de los disturbios en ambas ciudades, “Baltimore no es Ferguson, y sus principales problemas no son raciales”, tal y como recordó hoy Michael A. Fletcher, un periodista que lleva más de tres décadas viviendo en esa ciudad, en el diario “The Washington Post”.
En Baltimore, el 63% de la población es negra, como también lo son la mitad de su fuerza policial y su alcaldesa, heredera de una larga tradición de políticos y activistas de los derechos civiles afroamericanos en la ciudad.
Pero la desigualdad en Baltimore es una de las más marcadas de Estados Unidos, con un 23,8% de personas viviendo por debajo del umbral de la pobreza entre el 2009 y el 2013, un índice muy superior a la media del estado de Maryland, del 9,8 %, según la Oficina del Censo.
Esas bolsas de pobreza se concentran en los barrios del este y el oeste de la ciudad, muchos de ellos vigilados durante años por cámaras cuyos destellos azules servían a los residentes para identificar las calles que se consideraban peligrosas, donde la falta de empleo arrastraba a muchos jóvenes a la droga y el crimen.
Esa imagen contrasta con la de un puerto renovado, lleno de restaurantes, oportunidades de ocio y viviendas de lujo, que las autoridades locales presentan como escaparate de una ciudad que, por primera vez en más de medio siglo, puede presumir de crecimiento demográfico y de nuevas inversiones económicas.
Fundada en 1729, Baltimore fue, después de Nueva York, la segunda ciudad del país en alcanzar los 100.000 habitantes, amparada en un cotizado puerto y una pujante industria del acero, pero el declive de la actividad manufacturera en Estados Unidos tras la Segunda Guerra Mundial golpeó especialmente duro en la localidad.
Baltimore ha perdido un tercio de su población desde 1950, cuando su nutrida clase media empezó a emigrar en busca de empleos, y apenas comenzó a recuperarla en el 2012, el primer año en más de medio siglo en que el Censo estadounidense constató un crecimiento demográfico en la ciudad, con unos 1.100 habitantes nuevos.
La droga pronto se abrió paso entre los barrios más pobres de la ciudad, que según el Gobierno federal tiene la mayor concentración de adictos a la heroína del país, y comenzaron a multiplicarse los arrestos por narcotráfico y posesión de estupefacientes entre la población negra.
El índice más alto de personas encarceladas en el estado de Maryland se registra en el barrio donde vivía Freddie Gray, el joven negro que murió a raíz de lesiones sufridas cuando estaba bajo custodia policial y cuyo caso ha desatado los disturbios.
En ese barrio, el de Sandtown-Winchester, más de la mitad de los hogares ingresan menos de 25.000 dólares al año, y más del 20% de la población adulta está desempleada, según un informe oficial del Departamento de Salud de Baltimore en el 2011.
La ciudad también se hizo famosa por su alta tasa de homicidios, que en las décadas de 1980 y 1990 llegó a ser de unos 300 al año, y que en los primeros cuatro meses de este año ha sumado 68, según un recuento que lleva el diario local The Baltimore Sun.
En ese entorno, la policía de Baltimore capeó múltiples denuncias de corrupción, acusaciones de uso injustificado de la fuerza letal y de propinar palizas a sospechosos.
Esas mismas impresiones han motivado las mayores protestas en Baltimore desde 1968, cuando los disturbios generados tras el asesinato del líder de los derechos civiles Martin Luther King provocaron también el despliegue de la Guardia Nacional.
Pese a que las estadísticas siguen jugando en su contra, son muchos los residentes que creen en las perspectivas de la urbe en la que Edgar Allan Poe escribió su famoso poema “El cuervo” y que, durante casi toda la década pasada, se atrevió a llevar el eslogan de “La mejor ciudad de Estados Unidos”.
(Con información de EFE)
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