¡Claro que hay que celebrar! No imagino como se sienten aquellxs dueñxs de la iglesia que muerden sus lenguas cuando piensan en declarar comprometida a una pareja del mismo "sexo"; no imagino la bofetada que han recibido lxs conservadorxs que enaltecen a la familia tradicional; no imagino a lxs "pro-vida" marchando a favor del aborto en parejas de lesbianas; no imagino como se habría emocionado Brandon Teena, como se retuerce Nebraska, como lo debe asumir Arizona.
Pero, y es un gran pero, el matrimonio (por demás la unión mas heterosexual) no es el fin último. De hecho, quienes se sientan recogidxs y finalmente reconocidxs han de saber que hablar de igualdad no es entrar a una capilla con anillos en mano. Aquí estamos celebrando una falsa idea de lo que es la igualdad y pesa sobre lxs cuerpxs que a diario se luchan y se organizan para ser realmente situadxs.
Para quienes estén felices por la aprobación, espero que ese mismo sentimiento perdure en lo cotidiano; que no sigamos siendo un insulto, que no sigamos siendo burla, que se nos de trabajo digno, que no nos distingan por "raza", que nos podamos amar libre y autónomamente, que no se nos obligue ahora a institucionalizarnos.
El orgullo es el sustrato de quienes hemos decidido politizar nuestra sexualidad; de hacer de cada beso, una revolución.
¡Adelante mariconxs pobres, negrxs, caribeñxs, gordxs, queers; la lucha continúa!
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