viernes, 9 de octubre de 2015

El Vaticano contra los homosexuales y Bergoglio contra los zurdos: ¿fin de la fiebre papal?


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La política para recuperar la credibilidad de la Iglesia mantiene un fino equilibrio entre la imagen de un papa “progresista” y el carácter reaccionario de la institución.
El domingo 4 comenzó el Sínodo de la Familia en el Vaticano. Pero las repercusiones comenzaron el día anterior, cuando el teólogo y sacerdote Krzysztof Charamsa reveló su homosexualidad y declaró que vivía con su compañero.
El sacerdote, funcionario de la Congregación para la Doctrina de la Fe y secretario adjunto de la Comisión Teológica Internacional, dijo que quería “que la Iglesia y mi comunidad sepan quién soy: un sacerdote homosexual, feliz y orgulloso de su propia identidad”.
El Vaticano no demoró su respuesta: “A pesar del respeto que merecen los hechos y circunstancias personales y las reflexiones sobre ellos, la elección de monseñor Charamsa de declarar algo tan clamoroso en vísperas de la apertura de sínodo resulta muy grave y no responsable”. El comunicado oficial especificó también que, “Charamsa no podrá seguir desempeñando las tareas precedentes en la Congregación para la Doctrina de la Fe y las universidades pontificias”.
Las declaraciones de Charamsa no podían llegar en peor momento. Bergoglio venía de disipar las críticas sobre su encuentro con la funcionaria Kim Davis, dura opositora del matrimonio entre personas del mismo sexo en Estados Unidos. El Papa había intentado mantenerse al margen de la “guerra” de los ultraconservadores contra el fallo de la Corte Suprema, aunque la Iglesia católica de EE. UU. ya lo había considerado “un trágico error”. En un gesto “salomónico”, se intentó mostrar la reunión de Bergoglio con un exalumno suyo y su novio como un gesto hacia la comunidad homosexual, y calmar así los ánimos por el encuentro con Davis.
En la conferencia de prensa en Filadelfia, el cierre de la gira, el vocero del Vaticano, Federico Lombardi, aclaró que la reunión con la funcionara no significaba apoyo alguno a su posición contra los matrimonios entre personas del mismo sexo, y que “El Papa prefirió centrarse en un mensaje pastoral positivo”. Sugerente frase la de Lombardi, cuando el Papa en persona llamó a los legisladores franceses a abolir la ley de matrimonio homosexual en Francia.
Contra todas las expectativas, el Sínodo de la Familia comenzó con una misa de Bergoglio donde dijo, “El amor duradero, fiel, recto, estable, fértil es cada vez más objeto de burla y considerado como algo anticuado. Parecería que las sociedades más avanzadas son precisamente las que tienen el porcentaje más bajo de tasa de natalidad y el mayor promedio de abortos, de divorcios, de suicidios y de contaminación ambiental y social”. Así, Bergoglio envía un mensaje claro a los sectores conservadores preocupados por posibles cambios en doctrina. La retórica es maleable y seguirá siendo un terreno para la política del pontífice pero la doctrina permanecerá intacta.
Francisco sigue siendo Bergoglio
El vocero de la Global Network of Rainbow Catholics declaró que “En 2014 nutríamos muchas esperanzas porque los documentos del sínodo se referían con palabras claras a la homosexualidad. El Papa hablaba sin tabúes de los homosexuales, un gesto revolucionario. Pero esa revolución se limitó a la semántica. No ha pasado nada desde entonces”. La coalición llegó a Roma junto a otras organizaciones para hacer oír sus críticas.
No solo “no ha pasado nada” desde 2014, en varias oportunidades, el Vaticano y el Papa confirmaron que no habrá cambios. La apertura del Sínodo no deja lugar a dudas: “El sueño de Dios es la unión de amor entre hombre y mujer”. Más allá de la retórica, la Iglesia sostiene su cruzada contra las mujereshomosexuales y trans.
Más allá de los cambios en la retórica, Bergoglio sigue siendo el mismo que en 2010 dijo, “No seamos ingenuos: no se trata de una simple lucha política; es la pretensión destructiva al plan de Dios”, para referirse a la ley de matrimonio entre personas del mismo sexo.
A Bergoglio no le gustan los zurdos
El mismo fin de semana, el Vaticano respaldó a Juan Barros, el obispo de Osorno (Chile) nombrado en enero por el Papa, frente a las protesta por su designación. Barros es acusado de haber encubierto los abusos sexuales cometidos por el expárroco Fernando Karadima (condenados por el Vaticano en su momento). La designación de Barros fue rechazada por los siete alcaldes de la región de Osorno, senadores y diputados, además de generar un amplio repudio.
No hay que aclarar que la actitud de Bergoglio no fue bien recibida por las organizaciones de familias de las víctimas de abusos sexuales. Incluso, la organización católica estadounidense National Catholic Reporter (que conformó la comisión sobre abusos) anunció que viajarían a Roma para hablar del caso con el Papa.
Pero las protestas y críticas no le cayeron nada bien a Bergoglio: “La Iglesia perdió la libertad dejándose llenar la cabeza por políticos juzgando un obispo sin ninguna prueba después de 20 años de ser obispo”. Y agregó, “Piensen con la cabeza y no se dejen llevar por acusaciones infundadas de los zurdos”. Aunque algunos se sorprendieron por estas palabras, hay que recordar el pasado de Bergoglio en la organización de la derecha peronista Guardia de Hierro, de fuerte raigambre macartista. ¿Nostalgia?
La dura respuesta del Vaticano a las declaraciones del sacerdote gay Krzysztof Charamsa y la reacción de Bergoglio ante las críticas por la designación de Barroso bajan algunos grados la fiebre papal. Junto con el resultado del Sínodo de la Familia, representarán para el Vaticano un nuevo desafío para restaurar la imagen de la Iglesia católica.

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