USAID cometió un delito al financiar el robo de los “Panama Papers”.
8 abr (PL) El portavoz del Departamento de Estado de Estados Unidos Mark Toner, al admitir que Washington financió a periodistas que hackearon computadoras de un bufete de abogados y montaron el show denominado Panama Papers, ha destapado una olla de grillos.
Toner argumentó que el financiamiento por vía de la Agencia de Ayuda al Desarrollo (USAID) a un grupo para que violara información privada empresarial en el bufete Mossack-Fonseca, no fue para “perseguir ciertos objetivos o personas”, sino para investigaciones independientes periodísticas.
El error de Toner es que al revelar el financiamiento público de una acción delictiva como es el hackeo, admite responsabilidad en el hecho ilícito de un ente oficial aun cuando crea que la USAID actuó sin conocimiento de causa, algo sumamente difícil de pensar con los pésimos antecedentes de esa institución que depende del Departamento de Estado.
La USAID tiene una larga historia negativa en América Latina, el Caribe y otras partes, con denuncias y procesos judiciales muy recientes por acciones ilegales, injerencistas y de espionaje que provocaron su expulsión de Bolivia en mayo de 2013, de Rusia en 2012, y condenas unánimes por el proyecto subversivo de Twitter Cubano, conocido como ZunZuneo.
Que el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ) con sede en Washington, reciba dinero de la USAID confirma su poco crédito al integrar la estructura de tanques pensantes (Think Tanks) creados por los círculos de poder real de Estados Unidos para sus campañas ideológicas contra líderes políticos progresistas y de desestabilización social.
La afirmación de su director, Gerard Ryle, de que trata de “demostrar que el periodismo se puede hacer de manera responsable”, es un insulto a la inteligencia pues en realidad no han hecho periodismo ni investigación, sino hackeo puro y duro y mal intencionado porque han revelado selectivamente una mínima parte de los 11,5 millones de papeles usurpados en una acción delincuencial que debería dirimirse en los tribunales.
Los papeles de Panamá son una chapucería y alguien en el Departamento de Estado, la Unión Europea o en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico desde donde parece haber surgido la idea, debe estar pasándola mal por el bodrio concebido.
El fracaso no significa que el capítulo esté cerrado, pues al destaparse la olla los grillos están en todas partes y no será tan fácil hacer que no chillen como está pasando en Argentina con la dudosa intención del presidente Mauricio Macri para abrir tres empresas offshores y ocultarlas. Esta aventura ha puesto en la picota a personajes de la farándula política que no estaban en el programa original.
El presunto objetivo principal del “escándalo”, perjudicar la imagen internacional del presidente ruso Vladimir Putin tras los éxitos de su política en Siria, fracasó totalmente.
En cambio, la gente ha recibido evidencias de que los paraísos fiscales reales no están en Panamá, en las islas del Caribe ni el Pacífico, sino en tierra firme en Europa y Estados Unidos. Eso sí estimula el análisis y la investigación periodísticas verdadera y profesional.
Hay quienes especulan que los papeles de Panamá son, además, un balón de ensayo de los grandes centros de poder capitalistas creadores de los servicios offshors, en busca del control real de una gigantesca masa de dinero calculada en más de 30 billones de dólares (millón de millones) la cual el sistema financiero necesita limitar, no tanto porque las grandes potencias dejan de recibir decenas de miles de millones por evasión de impuestos, sino por el desequilibrio que genera en las finanzas internacionales.
Hay enormes bancos muy comprometidos con esos dineros que no aplican como fondos nacionales y están fuera de planificación de las grandes economías. En los análisis de crisis financieras como la de 2008 cuyas consecuencias aún persisten, ningún gobierno los menciona en la adopción de medidas anticrisis como las relacionadas con las tasas de interés, la emisión monetaria o las políticas tributarias, por mencionar algunas.
La idea no es descabellada si tomamos en cuenta que hay una acelerada concentración del capital financiero mundial en unas 30 familias muy poderosas que actúan por encima de los estados nacionales e incluso de sus entidades como la OCDE aun cuando las dominan, y aspiran a un nuevo sistema financiero internacional que consolide ese imperio.
Quién sabe si los papeles de Panamá (podrían haber sido de otros países incluido Estados Unidos) son también un ejercicio de calistenia para emprendimientos más complejos como el plan de sustituir el dinero de papel por una moneda virtual que funcione como una cámara de video la cual le permita a ese imperio vigilar cada segundo la fortuna o la miseria de cualquier ser humano donde quiera que se meta.
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