lunes, 18 de julio de 2016

Un deber histórico: Reflexiones a 80 años del golpe de Estado fascista en España

Se cumplen 80 años del fallido golpe de Estado fascista contra la República. El del 18 de julio de 1936 fue un golpe fallido porque el pueblo impidió su triunfo con las armas en la calle. Durante décadas fue un día de celebración para el régimen, pero debería ser recordado como una fecha honorable de la memoria antifascista de España, uno de esos días en los que el pueblo español demostró que todo lo mejor proviene siempre de él.
Ocho décadas después del 18 de julio de 1936 algunas cosas han cambiado en España, pero otras tantas, sustanciales, siguen igual. Esa España que a Antonio Machado le parecía que moría sigue viva y coleando, dominando el país con democrática mano de hierro, conculcando derechos históricos por decreto, y manejando con excepcional efectividad todos los recursos represivos y de subyugación ideológica del Estado. Por contra, aquella otra España que helaba el corazón del poeta, la que bostezaba, no termina de despertar, se encargó de ello, primero, la represión del Estado franquista, aniquilándola, y décadas después, cuando la dictadura estaba agotada y el capitalismo español requería de otras formas de dominación política, se encargó de que no despertara y fuera más allá del eterno bostezo un PCE tomado por el eurocomunismo carrillista, sancionando la Transición y el mito de la misma.
Una de las similitudes que pueden percibirse entre la situación del 36 y la actualidad es que el sistema capitalista en España pasa por una fuerte crisis. Sin embargo, la unidad popular generada entonces para hacer frente a la crisis del capital tiene nada que ver con los fantasmas que hoy se invocan desde el oportunismo y la nueva socialdemocracia. Si el triunfo del Frente Popular en febrero del 36 fue posible, lo fue como respuesta a una situación histórica concreta, y sobre las bases de una unidad en la movilización y la lucha obrera y popular que venía, como poco, desde octubre del 34. Era una unidad consciente, y no una simple táctica electoralista. Como se ha visto tras los resultados del 26J, si la unidad no es de alianza entre la clase obrera y los sectores populares no hay proyecto que valga —ni que movilice a los trabajadores, ya ni siquiera para ir a votar una vez de allá para cuando—.
El papel de concienciación para la lucha que llevó a cabo el Partido Comunista en el momento del estallido de la guerra fue crucial para echar abajo el golpe de Estado del fascismo. Lo que hubo entonces fue un Partido que le habló a su clase y a su pueblo con meridiana claridad ideológica. En primer lugar, aquello que se decía de una Guerra Civil pronto dejó de ser riguroso. Apenas diez días después del golpe los cazas alemanes e italianos estaban aterrizando en Cuatro Vientos. Se trataba no de un conflicto civil, sino de una guerra nacional y revolucionaria: nacional en el sentido de que implicaba una agresión del fascismo internacional contra todos los pueblos y naciones de España, que veían así amenazada su independencia y soberanía; y revolucionaria en el sentido de que estaban en juego las muchas medidas de avance social puestas en marcha por el último gobierno de la República para liberar al país definitivamente de sus lastres feudales. Un Partido que habló con tal claridad y exigencia intelectual a un pueblo en el que tenía confianza fue el que hizo posible —y lo que hizo posible— la gesta de resistencia del pueblo español durante tres años de guerra, abandonado y saboteado por todas las potencias internacionales, y auxiliado exclusivamente por la Unión Soviética.
Analizar los momentos históricos de manera científica e intervenir políticamente sobre el presente de acuerdo a los mismos principios es esencial para conquistar el futuro. Los tiempos siguen siendo de lucha. Trabajemos a conciencia para cumplir con el deber histórico que los comunistas españoles tenemos para con nuestra clase y nuestro pueblo, en toda circunstancia, desde ya mismo.
Eduardo Corrales

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