René Pérez Joglar, mejor conocido como Residente, apostó por su autonomía total cuando disolvió Calle 13, el grupo puertorriqueño que conquistó a los estadounidenses mientras experimentaba con ritmos que iban desde el hip-hop y el reguetón hasta apropiarse del ámbito musical global. También eligió una manera futurista de investigar y volver a imaginar su propia identidad.
Para su primer álbum solista, que todavía no tiene título y saldrá a la venta en marzo, Residente se inspiró en los análisis científicos de su propio genoma.
Hace algunos años, alguien lo convenció de hacerse una prueba de ADN para saber quiénes eran sus ancestros. Resultó ser un ciudadano del mundo: africano, europeo, asiático, oriental y nativo estadounidense. Dejó la información por ahí, mientras Calle 13 seguía de gira y grababa discos. Sin embargo, en los últimos dos años, empezó a trabajar por su cuenta.
Residente decidió aceptar su identidad molecular y hacer música basada en los resultados de la prueba de ADN, grabando con músicos provenientes de los lugares donde están sus raíces. El álbum resultante usa la química individual de un hombre para reafirmar su parentesco global. “Aquí no hay fronteras”, dijo cuando anunció el disco.
Residente conceptualizó y editó buena parte del álbum —letras, música, videos, imágenes e ideas— en un espacio de trabajo en el Loisaida Center, ubicado en el corazón de Manhattan. Ahí, desde hace más de un año, se dedicó por completo a leer libros de historia, recabar imágenes y planear viajes transcontinentales.
Hace unos días ese espacio, como sus canciones, seguía siendo un maremágnum de información, mientras Residente le mostraba el lugar a un visitante. Vestía una camiseta verde olivo marca Maharishi, pantalones negros y botas color camello. Las mesas estaban abarrotadas de libros, velitas, tubos de pintura y fotos.
En uno de los muros había un mapamundi con círculos sobre vastos territorios: las fuentes de su ADN. Estaba enmarcado por collages de su autoría: imágenes de sabios chinos, personajes de ópera y un emperador; otro con niños soldados que blandían sus armas. Eran imágenes que habían catalizado sus más recientes canciones y sus pensamientos apocalípticos de guerra, explotación, resistencia y evolución.
Las canciones de su más reciente disco contaron con la participación de Bombino, el guitarrista tuareg proveniente de Nigeria, en Burkina Faso; con músicos de la ópera china en Pekín; con la banda de metales de Goran Bregovic en Serbia; con la actriz y cantante SoKo en Francia y con los cantantes de la tribu dagomba de Ghana.
“Colaboré con artistas talentosos, artistas a los que la industria musical desconoce porque no les presta atención, artistas que hacen música sin esperar nada a cambio, artistas con los que, además de compartir el ADN, compartí historias”, relató Residente cuando anunció el álbum (y aseguró que a todos los participantes se les pagarán regalías).
El disco abrirá con Lin-Manuel Miranda, el creador de Hamilton, rapeando sobre el concepto en español e inglés. Sus versos son acerca de cómo los resultados del ADN pueden “send you to lands of ice, dirt and sand/ a map of the world in the lines of your hand” (“enviarte a tierras de hielo, lodo y arena/ un mapa del mundo en las líneas de tu mano”).
Residente y Miranda se enteraron de que tenían un vínculo familiar, desde el ADN, cuando ya eran fanáticos del trabajo de cada uno. Residente le pidió a Miranda que presentara a Calle 13 en un concierto en Puerto Rico, y cuando el autor de Hamilton conoció a la familia de Residente, la madre del cantante reconoció de inmediato el rostro de su abuelo en la cara de Miranda. Resulta que Residente y Miranda son primos terceros. “No todos los días uno descubre que es pariente de uno de los raperos más famosos del mundo”, dijo Miranda por teléfono desde Londres.
Según Miranda, para Residente “todo se vale tratándose del contenido lírico, como tema. Irá en busca de su musa adonde lo lleve el mundo. Este disco es un vivo ejemplo de ello. ‘Iré a Nigeria. Iré a Rusia. Iré a donde quiera que mi ADN me diga que vaya’. Este disco tiene que ver con esos caminos secundarios inesperados en tu sangre”.
Durante más de una década, Residente fue la voz principal de Calle 13, el dueto puertorriqueño de Residente y Visitante —su medio hermano Eduardo José Cabra Martinez—, que entretejía géneros, componía y producía música. Calle 13 comenzó a acercarse al reguetón y el hip-hop con conciencia social, como una especie de Public Enemy, pero de Puerto Rico, cuyas ideas evolucionaron a lo largo de sus cinco álbumes.
Al final, las canciones repasaron el hip-hop, la salsa, el klezmer, los cantos de los nativos estadounidenses, el hard rock, e incluso la giga irlandesa, mientras las letras de Residente hacían una crónica sociopolítica, vulgar, de ciencia ficción y solidaridad con las clases marginadas de todo el mundo. En las giras, el grupo a veces cobraba la entrada en alimentos, que después se distribuían entre los pobres o las víctimas de desastres. Residente solía estampar consignas políticas en sus camisetas o se las pintaba sobre el pecho.
Rápidamente, Calle 13 llegó a los escenarios de toda América Latina, y sus grabaciones ganaron más premios Grammy Latinos que nadie, 22 en total. Su canción de 2011 “Latinoamérica”, en la que aparecían célebres cantantes de Perú, Brasil y Colombia, se convirtió casi en un himno del hemisferio.
Después de la gira del extraordinario disco de 2014, Multi_Viral, en el que se hace una crítica y también se acepta la cultura de internet, Residente y Visitante decidieron tomar cada quien su rumbo, y Residente se convirtió en el arquitecto de su propia música. “Todo lo que pude haber hecho con 13, ya lo hice”, comentó Residente. “Algunas veces es más fácil si trabajas por tu cuenta, incluso si el otro es tu hermano al que amas y entiendes. Yo fui quien decidió trabajar en un concepto y ¡bam! ¡bam! ¡bam! Lo hice”.
Omar Rodriguez-López, de At the Drive-In y The Mars Volta, estuvo a cargo de la guitarra principal, con acordes frenéticos y efusivos, en algunas de las nuevas canciones que se grabaron en el Electric Lady Studios de Nueva York.
“Tiene una mente activa”, dijo Rodriguez-López en una conversación telefónica desde El Paso. “Trabaja como un director de cine. Comienza mostrándome imágenes y grabaciones, para posicionarme en el mundo que está tratando de crear y después menciona algunas palabras. De repente, aparece detrás de mí y una imagen cuelga de su mano, la coloca frente a mí: un niño con una AK-47. Solo veo una parte de su brazo. Y entonces dice: ‘¡Bueno, ahora vamos a darle!’”.
Al igual que en Calle 13, las nuevas letras de Residente son directas y sin miramientos. Escribió muchas de ellas en los lugares a los que viajaba, donde se quedaba durante varias semanas. “No fui a lugares turísticos”, comentó. “Fui a algunos sitios muy oscuros”.
Contó que en Pekín, la contaminación asfixiante y la yuxtaposición de edificios modernos y un pasado en ruinas lo llevó a escribir “China Apocalipsis”. El ritmo risueño y animado de la banda de metales balcánica en “Futuro” lo hizo imaginar un futuro sarcástico en el que la gente come cucarachas y los terroristas hacen explotar la luna. El álbum incluye una canción de esperanza para su hijo, y una que grabó en Ghana, que celebra el espíritu de los desamparados: “¿Quién necesita radio cuando hay tambores?”.
Su itinerario también incluyó ambos lados de la tensa frontera entre Osetia del Sur y Georgia, donde se declaró un cese al fuego después de la guerra de 2008, sin que se haya resuelto el conflicto. Grabó partes de una canción, “War”, en una iglesia con orificios de bala en las paredes.
Posteriormente, de regreso a Nueva York, compuso una canción en la que une a niños de Osetia del Sur que tocan el tambor con una bandura (un instrumento de cuerdas) de Georgia y un coro checheno. “Tienes a todas estas personas cuyos países están en conflicto actuando juntas en la canción”, dijo. No obstante, no hay vestigios de una reconciliación; la letra habla de la guerra perpetua.
El álbum solista de Residente se lanzará junto con un documental que él mismo dirigió, así como una página web que ya está en línea y algunas cosas más (el documental participará en el festival South by Southwest en marzo). Con el poeta puertorriqueño Urayoán Noel, profesor adjunto de la Universidad de Nueva York, Residente también tradujo al inglés, con una rima elegante, sus nuevas letras y está considerando lanzar una versión en inglés de su disco solista.
“No creo que sea tan bueno para rapear como en español”, dijo. “Tal vez voy a cantar un poquito y meter un poco de rap. Si al hacerlo suena creíble, si lo que digo suena creíble para los demás, entonces está bien y lo daré a conocer. De lo contrario, no lo haré”.
Estos proyectos forman parte de un convenio de cinco años de producción que Residente firmón con Fusion Media Group de la cadena Univision. Tiene la intención de crear contenido multimedia que incluirá música, video y material para la red, así como presentaciones en vivo de la gira (aseveró que se quedará con la propiedad de sus grabaciones originales).
El primer sencillo del disco será “Somos Anormales”, una afirmación estridente de lo imperfecto y lo deforme también vinculada a los pensamientos que se condensan sobre el ADN en el disco: “Y procreamos una cosa bien rara/ como nosotros pero con otra cara”, rapea Residente. “Nuestra genética, un laberinto/ somos igual de distintos”.
La base musical, con toques tribales, es de Tuvá, una región de Siberia donde hay una tradición de cantantes guturales que pueden producir varios tonos a la vez: graves y agudos, con gruñidos y silbidos.
Residente debuta como director del videoclip de esa canción; es un resumen de cinco minutos de la prehistoria humana, lleno de baba, cieno y efectos especiales. Inicia con el nacimiento en África (a través de una enorme vagina simulada), pasando por las guerras tribales y la lujuria que supera el separatismo. “Muy comercial”, bromeó. “Pero esa es la idea de este proyecto, hacer cosas que son difíciles. Vamos a romper las reglas”.
En otro muro del Loisaida Center hay un largo manifiesto que Pérez escribió una noche, con algunas copas encima. Allí escribió sobre el potencial transformador de la música —que cambia las emociones personales y al mundo— y sobre su compulsión a ir más allá. “¿Por qué escribo?” concluye: “Porque no quiero ser una historia. Quiero hacer historia”.
(Tomado de The New York Times)
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