Un ejercicio de imaginación basta: el 12 de octubre de 1492, Colón no llegó a América y la historia fue otra: Europa no logró la riqueza, el placer y florecimiento de su cultura y su fe tras la Conquista; y el mundo mesoamericano se impuso en un continente que no llegó a ver su población brutalmente diezmada.
“Y era nuestra herencia una red de agujeros”, escribió en medio de la desesperanza el autor de un poema anónimo surgido entre “paredes salpicadas de sesos” y “rojas aguas” con sabor a salitre, tras la ocupación española a México, ocurrida en 1519.
Si bien este escrito de 1523, recopilado en el libro Visión de los Vencidos, cuenta lo ocurrido en medio del asedio del conquistador español Hernán Cortés a Tenochtitlán, capital azteca, cabe preguntarse qué hubiera pasado si 27 añosantes, en octubre de 1492, las naves al mando de Cristóbal Colón no se hubieran topado con América.
Para hacer esta “proyección contrastactual”, es decir, el ejercicio de ficción, López explica que es clave analizar la situación de la Corona española en ese momento.
“España estaba comenzando un proceso de reunificación” caracterizado por el matrimonio entre Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, en 1469, lo que implicó la expansión de ambos reinos, que comprendían distintos territorios ibéricos; además, en 1492 se producía el final de la ocupación musulmana de casi 800 años, así como la expulsión de los judíos de esas tierras.
“Se buscaba generar una identidad nacional en torno al catolicismo. Había un proceso de control para garantizar la autonomía administrativa”, expone el historiador.
Al expulsar a los judíos, “el catolicismo es la fuerza política de la península ibérica”, afirma, por lo que de no haber llegado el navegante emisario de la Corona española, es posible que esta hubiera continuado su proceso expansivo hacia el norte de África y el Mediterráneo, “que eran sus enemigos recién vencidos”.
En su opinión, la colonización de América estuvo guiada por la “necesidad de adhesión de militantes de la fe”, pues “estaba apenas naciendo el catolicismo español”.
La iconografía religiosa, los hábitos de adoración y el culto a un único Dios, fueron impuestos a los indígenas a través de las órdenes religiosas que llegaron al “Nuevo Mundo” en la llamada “guerra contra los infieles”. Incluso, el investigador mexicano Josué Sánchez se refiere a la doctrina del “diabolismo américano”, que señaló a los pobladores originarios de practicar hechicería y de ser “almas impuras y condenadas que debían salvarse”, como agrega López.
“Esta pugna religiosa produjo tal vez los mayores efectos destructivos en América que la historia haya registrado”, afirma Sánchez en el texto La imposición del diabolismo cristiano en América.
Las nuevas riquezas en Europa
“¿Cómo sería esa Europa sin América?”, se pregunta López y responde: “un territorio sin riqueza, sin placer y sin utopía”.
En su opinión, la invasión a “Las Indias” potenció el desarrollo de la Europa occidental. “De no haber sido así, Europa estuviera sumida en el oscurantismo”, expresa.
El historiador venezolano se refiere a la riqueza resultante de la explotación descontrolada de piedras preciosas, como las perlas, extraídas de la actual Venezuela; el oro de los incas, en Perú; la plata del Potosí, en Bolivia, y en Zacatecas y Guanajuato, en México. Sin eso, “no hubieran activado los ritmos mercantiles y preindustriales del siglo XV”, que fueron posibles “gracias a todo lo que se sacó de América”.
“El oro y la plata eran las llaves que el Renacimiento empleaba para abrir las puertas del paraíso en el cielo y las puertas del mercantilismo capitalista en la tierra”, escribió el intelectual uruguayo Eduardo Galeano en su célebre obra Las venas abiertas de América Latina.
Según cuenta Galeano, a manera también de ejercicio de imaginación, algunos bolivianos afirmaban que con toda la plata extraída de Potosí se hubiera podido construir un puente hasta España.
Pero no todo era enriquecimiento material: las nuevas tierras permitieron también el deleite y el placer. “Esto es fundamental para entender a Europa. No le damos el valor que tiene al cacao, al azúcar y al tabaco, en la activación del sistema nervioso central, y Europa no hubiera tenido placer sin América”, asevera López.
El escritor Tzvetan Todorov, en su libro La Conquista de América: el problema del otro, se refiere al “deseo de hacerse rico y la pulsión de dominio” como motivos del comportamiento de los extranjeros, y a la idea de que los índígenas eran inferiores y estaban a “medio camino entre los hombres y los animales”. Para él, esta premisa es básica para entender la destrucción que hubo.
Según Todorov, es posible que durante la Conquista y la Colonia haya muerto por lo menos 90 % de la población que existía en ese momento, es decir, unos 70 millones de personas. ¿Las causas? Asesinatos, maltratos y enfermedades hasta entonces desconocidas. “Ninguna matanza del siglo XX puede compararse con esta hecatombe”, escribe.
¿Qué sería de América?
En la actual América “había un ritmo histórico intenso”, explica López. En Mesoamérica la cultura dominante era la azteca, “un imperio, entendido en los términos occidentales”, surgido de la alianza de Texcoco, Tlacopan y Tenochtitlan.
“Los aztecas iban más allá de la actual Centroamérica. Tenían opción de llegar hasta Panamá”, ante la decadencia de la cultura maya, ubicada en Guatemala y sur de México.
Kilómetros más al sur, por la cordillera oriental de los Andes, en la actual Colombia, se encontraban los chibchas, “que tenían un florecimiento interesante en los años de la llegada de Colón” y que, en opinión de López, pudieran haber llegado hasta el itsmo de Panamá, buscando una salida marítima hacia el Atlántico.
En los Andes también se encontraban los incas, “el sistema social, político y administrativo más eficiente que existe en la América preinvadida”, que según el director del Museo Nacional de Historia venezolano posiblemente hubiera llegado a la pampa argentina.
Por otra parte, los caribes “estaban dominando los mares y la costa norte de Venezuela, Brasil, Guyana y Surinam”.
En cuanto a EE.UU., López cree que igualmente hubiera sido tocado por la cultura centroamericana o por las potencias nórdicas, en el caso de que no hubieran llegado los ingleses.
Desde su punto de vista, América Latina hubiera sido un mundo mesoamericano, “porque era el que tenía las mayores áreas de influencia y posibilidades de expansión”.
Si esto hubiera ocurrido, tal vez los diez presagios que tuvieron los aztecas antes de la llegada de los españoles, y recogidos por Fray Bernardino de Sahagún, no hubiesen ido más allá de ser profecías no cumplidas.
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