El incendio y derrumbe del edificio Wilton Paes de Almeida, en el centro de Sao Paulo, donde cerca de 400 trabajadores vivían, es posiblemente la más dramática alegoría de nuestros días. Son más de 40 personas todavía no encontradas que pueden estar bajo los escombros. Aquellos que no murieron perdieron todo. Ayudantes, sirvientes, limpiadoras, cuida-coches, […]
El incendio y derrumbe del edificio Wilton Paes de Almeida, en el centro de Sao Paulo, donde cerca de 400 trabajadores vivían, es posiblemente la más dramática alegoría de nuestros días. Son más de 40 personas todavía no encontradas que pueden estar bajo los escombros. Aquellos que no murieron perdieron todo. Ayudantes, sirvientes, limpiadoras, cuida-coches, motoqueros, manicures. Brasileros, angolanos, bolivianos. Negros, casi todos.
Contra ellos, los más explotados y pauperizados en el país, se vuelve el proyecto de supresión de las pocas garantías del pacto constitucional de 1988. Son familias que dependen, para sobrevivir precariamente, de los Beneficios de Prestación Continuada (BPC), de los salarios mínimos de jubilación, de las pensiones por muerte, del bolsa-familia. Son familias sometidas al régimen de tercerización e informalidad del trabajo, todavía más reforzado en tiempos de contrarreformas. Son familias que hacen filas de espera en guarderías, escuelas y hospitales, todavía más extensas en tiempos de corte de inversión social.
Ellos son aquellos que ven derruir su dignidad humana también por el proceso nefasto de criminalización de la pobreza. El día 1° de mayo de 2018, Día de los Trabajadores, se tornó un verdadero festival de odio contra los trabajadores. Odio que no se atuvo a las tentativas de viralizar noticias falsas por la extrema derecha, como el MBL (Movimiento Brasil Libre) y Bolsonaro [1] que calumniaron cuanto pudieron al MTST (Movimiento de los Trabajadores Sin Techo), alegando que la ocupación era parte de la “mafia” de Guilherme Boulos para aprovecharse de las familias, pero también prosiguió en los discursos de los políticos responsables por la ciudad y el Estado.
João Dória (PSDB) habló de la situación dramática de los sin-techo, diciendo que eran miembros de una “fracción crminal”. La única muerte lamentada por Bruno Covas (PSDB), actual alcalde de Sao Paulo, fue la del edificio, al cual la alcaldía daría un “uso debido” caso que hubiese una reintegración de la posesión antes. Y Márcio França (PSB), gobernador sustituto de Alckmin, insinuó que los ocupantes “pedirán” por la tragedia ocurrida. En cuanto eso, las principales emisoras de televisión, en especial la Rede Globo, lanzaron incesantemente reportajes con tonos de nítida acusación a los movimiento de vivienda.
Entre el discurso neofascista de odio a los pobres, a los trabajadores, a las mujeres, a los negros, a los nordestinos, a la izquierda, y las declaraciones de las principales instituciones del poder del Estado, no hubo diferencias significativas. Uno toma progresivamente el papel de introductor del otro, incluso cuando anuncia combatir excesos y radicalismos.
Así fue también cuando la noticia de la ejecución política y racista de Marielle Franco.
La gran cuestión es que, para llevar adelante ese proyecto anti-pueblo, el gran capital y sus gobernantes precisan de prevenciones políticas. Y la más violenta de la prevenciones es criminalizar el blanco de sus ataques, provocar el odio, desprecio o, en lo mínimo, indiferencia de la sociedad. Cocinar inmovilismo, calentar intolerancia, quemar posibles revueltas.
De este modo, los números de la ciudad de Sao Paulo vienen siendo esterilizados: un millón y 200 mil personas viviendo en casas precarias. Dos millones de metros cuadrados sin uso. Apenas 1% de la población controlando 45% del valor inmobiliario. Menos de 250 millones de reales para las políticas habitacionales. Y más de 100 mil millones de deuda activa de grandes empresas con el municipio.
La avalancha de manifestaciones de odio y la propagación de noticias falsas a partir del drama de la ocupación del Largo do Paissandú no vinieron por casualidad. En este período histórico en que el capital financiero precisa ampliar su medios de reproducción, la vida en los grandes centros urbanos se viene tornando insoportable a los trabajadores. El nivel de expoliación urbana afecta cualquier espacio y tiempo de vida. No se trata de tener o no calidad de vida, sino de chances de existir, donde prima la vocación de ser mercadería.
La reacción necesaria a ese proceso de ataque permanente contra los trabajadores más pobres de las grandes ciudades, viene ocurriendo, espontáneamente o de marea organizada. El Movimiento de los Trabajadores Sin Techo, desde junio de 2013, ha sido una referencia importante en el enfrentamiento a la mercantilización de las ciudades y a la situación económica del pueblo pobre heredada por la crisis. Lo que era un proyecto de organización popular para la creación de alternativas al contingente creciente de sin-techos, se tornó uno de los polos más dinámicos en el combate al golpe parlamentario de 2016 y a todos los ataques contra los derechos de la clase trabajadora. No es por acaso el lugar donde la cuerda se estira en este momento político.
Es por imposición esta realidad de ataques sociales y económicos -pero también antidemocráticos e ideológicos- que la candidatura presidencial por el PSOL (Partido Socialismo y Libertad), de un líder sin-techo, Guilherme Boulos, junto a una líder indígena, Sônia Guajajara, ocurre ahora, presentando un programa radical en defensa de la vida en detrimento del lucro.
La reorganización de los trabajadores y de la izquierda para la lucha en las calles, no puede continuar siendo un anuncio. No elegimos el momento. Pero sólo sobreviviremos si transformamos la indignación que sentimos en acción organizada. Es hora de máxima solidaridad con las familias que perdieron sus seres queridos y con aquellas que perdieron sus hogares y lo poco que tenían. Es momento de apoyo a las ocupaciones amenazadas por los desalojos de la alcaldía y el estado. Pero es hora también de redoblar la apuesta en la resistencia, como hacen decenas de millares de familias sin-techo en lucha en todo el país.
Traducción: Ernesto Herrera, para Correspondencia de Prensa.
Nota de Correspondencia de Prensa
[1] Jair Messias Bolsonaro, ex militar, político de ultraderechista. Es diputado federal desde 1991 por Río de Janeiro y candidato presidencial por el Partido Social Liberal. Todas las encuestas lo ubican en el segundo lugar detrás de Lula.
Fuente (del original en portugués): https://esquerdaonline.com.br/2018/05/03/o-fogo-e-o-odio/
Foto: Edificio Wilton Paes de Almeida, en el momento de la tragedia. (Créditos: Esquerda Online)
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