Palabras en el acto celebrado en el Parque Central en ocasión de la Jornada Mundial de solidaridad con la Universidad de Puerto Rico. La Habana, Marzo 11 de 2011.
Compatriotas:
Que nadie se engañe. No estamos aquí simplemente para darle apoyo a Puerto Rico. Venimos sobre todo para cumplir un deber insoslayable. La obligación de expresarle a ese pueblo hermano nuestra inmensa gratitud por lo que ha hecho y hace por nosotros.
Pocos han hecho tanto por los otros pueblos del Caribe y de América Latina como el pueblo de Puerto Rico. El que ha tenido que luchar más tiempo por su independencia, aislado y muchas veces olvidado, en su pequeña isla. El único que ha tenido que enfrentar sólo durante más de cien años al Imperio más poderoso de la Tierra. El que nos enseña que se puede resistir y vencer, y prueba que es posible salvar la identidad, el idioma y la cultura nacional, incluso allí en su reducido espacio ocupado por las tropas, los esbirros y los asalariados del Imperio, asediado por la vulgaridad y el veneno y la mentira de una potencia egoísta y corrupta. Hace tiempo que ellos, los puertorriqueños y las puertorriqueñas, han demostrado que sí se puede, que sí podemos.
Mucho se habla de la terrible amenaza que pesa sobre la Humanidad, de los peligros que la asechan si el Imperio consiguiese establecer su dominio absoluto sobre todo el Mundo. Si tal cosa ocurriese, el planeta entero sería un inmenso Puerto Rico. La isla hermana fue hace más de un siglo la primera presa del Imperio y desde entonces allí se desarrolla la batalla más difícil, la más desigual y por ello la más admirable.
Pero Puerto Rico no ha sido finalmente asimilada. Pese a ser una colonia norteamericana y estar sometida totalmente a las decisiones de Washington, en esa isla diminuta hubo una resistencia más eficaz al modelo norteamericano que en otras naciones formalmente independientes.
El neoliberalismo que triunfó en casi todo el Continente no pudo imponerse completamente en Puerto Rico. No pudo lograrlo porque el pueblo resistió y luchó como pocos desmintiendo la barata propaganda imperial según la cual ese pueblo de rebeldía excepcional era dócil y domesticable.
Porque el Imperio no ha podido tragarse a la isla, la hermana más pequeña y olvidada. No ha podido doblegar a su pueblo y no podrá hacerlo jamás.
No pudo con Pedro Albizu Campos, que soportó la tortura en las peores prisiones de estados Unidos. No pudo con Filiberto Ojeda, que combatió sólo hasta el final contra una jauría de cobardes asesinos. Ni con Lolita Lebrón, ni con Juan Mari Brás quienes dedicaron la vida entera, sin un instante de flaqueza, a la libertad de su Patria. Ni con Santiago Mari Pesquera ni con Carlos Muñiz Varela, víctimas de un terrorismo impune que nunca cesaremos de denunciar. Ni con Antonia Martínez Lagares, mártir del estudiantado boricua, a quien arrebataron la vida en Río Piedras el 4 de marzo de 1970.
En tiempos en que se imponía por todo el Continente el neoliberalismo y su ola de privatizaciones, los puertorriqueños se fueron a la huelga para salvar sus empresas públicas; cuando el Imperio extendía su presencia militar por todas partes, los puertorriqueños consiguieron detenerlo primero en Culebra y más recientemente en Vieques.
La camarilla anexionista que hoy administra la colonia se empeña por destruir las bases y las instituciones fundamentales de la nacionalidad puertorriqueña. La emprendió primero contra el movimiento obrero lanzando al desempleo por decreto a decenas de miles de trabajadores, ataca a la educación pública y trata de privatizarla, arremete contra el Colegio de Abogados, entidad respetada por toda la nación y desde el año pasado concentra su ofensiva sobre la Universidad de Puerto Rico, una institución a la que, por cierto, nunca acudió como alumno ni el actual gobernador colonial ni ninguno de sus principales colaboradores. En su torpe empeño anexionista trata de exterminar y arrancar desde la raíz todo lo que es puertorriqueño, todo lo que alimenta su cultura y su identidad, todo lo que define su ser nacional.
El 11 de marzo de 1971 se produjo el asalto fascista a la Universidad de Puerto Rico y cundió la violencia y la represión sobre todo Río Piedras. Hace cuarenta años los jóvenes rechazaban que se les obligase a participar en la injusta guerra contra el pueblo vietnamita, luchaban por la paz y por un mundo mejor. Entonces los anexionistas imaginaron que mediante el terror aplastarían a aquella generación.
La historia demostró una vez más su profundo error. Los hijos de aquellos luchadores están dando ahora la mejor prueba de que nada ni nadie podrá vencer a su pueblo. Cumple ya un año su hermosa batalla por la libertad y la cultura en la que la juventud boricua está desplegando su poderosa creatividad, renovando el lenguaje y empleando con talento admirable las nuevas tecnologías.
La lucha que libran los estudiantes en Río Piedras y los demás recintos de la Universidad de Puerto Rico debería recibir la más amplia difusión de los llamados medios de información que sin embargo la silencian desde el año pasado.
A nosotros, los cubanos, nos toca hacer todo lo que podamos para que crezca la solidaridad con Puerto Rico y con su juventud. Es nuestro deber exigir que sean liberados los patriotas que jamás han dejado de luchar, sin causarle daño alguno a nadie, por la independencia de su Patria como el compañero Oscar López Rivera, quien nunca debió ser prisionero y quien hace años debía haber sido liberado.
Debemos exigir su libertad inmediata. Como la de Gerardo, Ramón, Antonio, Fernando y René. Ellos han recibido siempre de nuestros hermanos puertorriqueños una solidaridad incesante que agradecemos especialmente.
Quienes deben ser encarcelados son los asesinos de Santiago Mari Pesquera y Carlos Muñiz Varela. NO dejaremos de exigirlo.
Porque somos uno y lo hemos sido siempre. No lo olvidemos nunca.
Es lo que debemos jurar aquí, junto al Apóstol que proclamó: “Unas son en el porvenir, como han sido unas en el pasado, el alma de Lares y el alma de Yara.” Ante él que prometió “en los tiempos que se abren, los de Ponce y San Juan caerán en Yara y en las Guásimas, y los de Cuba caerán por Puerto Rico”.
Viva Puerto Rico Libre.
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