Trípoli y Sirte recibieron anoche lluvia de bombas.
Raúl Bracho
Yo quisiera escuchar a las voces que despotricaban contra la inhumanidad de las fuerzas en pugna en Libia. Quisiera leer su opinión ante la devastadora ofensiva aérea desatada contra Trípoli y la ciudad de Sirte, ciudad natal de Muammar Gaddafi.
Pareciera que al imperio lo único que le interesó fue la venia internacional para comenzar su ofensiva, luego de estos días ya no hay ninguna necesidad de autorización alguna o explicación ante su desmedida y asesina arremetida contra los pueblos y los civiles de libia. Ya le importa poco que recorra el mundo los videos de su genocidio, la desesperación por matar la presa apetecida les hace tener solo la ambición entre sus fauces. Libia está siendo asesinada, las bombas le abren el camino a la legión de mercenarios que avanza para desaparecer todo vestigio de las fuerzas leales a la revolución Verde.
Se intenta derrocar a Gaddafi sin necesidad de desembarcar marines norteamericano, quizá ni siquiera por evitar quedar como culpables, cosa ya imposible, sino por pagar con sangre alquilada y medio salvar su imagen depredadora ante su propio pueblo.
La humanidad se ha manifestado en contra de la guerra de todas las maneras posibles. El apagón de hace 48 horas, con cobertura mundial, es una de las expresiones de nuevas respuestas que más temprano que tarde, se repetirán. La coalición planetaria de quienes pedimos paz, de la gran humanidad que apuesta a la vida, muy pronto deberá unirse de forma más contundente para anteponerse al imperio genocida.
El pueblo libio acusa recibo de la masacre sin posibilidad alguna de responder ante un enemigo inmensamente superior. Queda su dignidad, su valor, su valentía. Morirá en las calles, gritará hasta el último respiro. La humanidad debe sacudir su indignación. No se detendrá el avance de las fuerzas de la guerra, continuará atacando, seguirá el asedio contra todas y todos los que cohabitamos el planeta. Las nubes radioactivas volverán a viajar incendiando nuestra sangre, virus de toda clase se desparramarán en las poblaciones, seguirán sequias, inundaciones y terremotos, luego las bombas, los mariness. ¿Qué nos queda por hacer?
Queda la conciencia y queda la vida, nuestra eterna aliada. Queda el sueño de un mundo posible y la gigante fuerza que somos todas y todos los seres humanos, queda la paz, queda la esperanza. Ya supimos unirnos al apagar el mundo por una hora, igual apagaremos la guerra, las bombas, la sanguinaria saña de un imperio que muere. Quedas y tu yo, que somos la inmensidad, los humildes y desposeídos, los campesinos, estudiantes, mujeres y madres, juventud deseosa de tener una vida, queda LA LUZ DEL FUTURO QUE ILUMINARÁ LA VICTORIA.
Venceremos.
brachoraul@gmail.com
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