¿Qué es el uranio empobrecido?
El mineral de uranio, tal como se encuentra en la naturaleza, aparece compuesto, en su mayor parte, por el isótopo 238 y por una pequeña cantidad (0’7 %) del isótopo 235. Este es el que realmente puede fisionarse para ser utilizado en reactores nucleares y en la fabricación de bombas atómicas. Por lo tanto, el mineral de uranio ha de ser enriquecido industrialmente.
En este proceso, se produce una gran cantidad de material, de residuos. Esto es lo que se llama uranio empobrecido (U-238) que es también radiactivo y que tiene una vida media de ¡4.500 millones de años! Almacenar este tipo de residuos contaminantes resulta, por tanto, extremadamente caro. Se da la circunstancia de que EE.UU., después de medio siglo produciendo armas atómicas y energía nuclear, tiene almacenadas más de 500.000 toneladas de uranio empobrecido.
¿Qué es lo que ocurre? Pues que, con el fin de ahorrar dinero y vaciar sus depósitos, el Gobierno de los EE.UU. cede gratis el uranio empobrecido a las empresas de armamento norteamericanas y extranjeras. Así, hoy en día, además de EE.UU., países como Gran Bretaña, Francia, Canadá, Rusia, Grecia, Turquía, Israel, las monarquías del Golfo, Taiwán, Corea del Sur, Pakistán o Japón, compran o fabrican armas y municiones con uranio empobrecido.
Aparte de su gratuidad, el uranio empobrecido ofrece otras ventajas adicionales que lo hacen muy atractivo para la tecnología militar. En primer lugar, es el elemento natural más pesado que puede encontrarse; debido a su densidad, los proyectiles con cabeza de uranio empobrecido pueden perforar el acero blindado de carros de combate y de edificios. Y, en segundo lugar, resulta además un material pirofórico natural, es decir, que se inflama al contacto con el aire, provocando el estallido del objetivo alcanzado. Antes de explicar como actúa el uranio empobrecido conviene detenerse en una personalidad que aparece en casi todos los informes a los que yo he tenido acceso.
¿Quién es Doug Rokke?
Este doctor en Física fue director del Proyecto sobre Uranio Empobrecido del Pentágono durante diez años. En febrero de 1991, durante la guerra del Golfo, se encontraba al frente de un equipo médico encargado de limpiar de vehículos contaminados la famosa “autopista de la muerte” que une Basora con Bagdad, donde se dispararon casi un millón de proyectiles de uranio contra los carros de combate de la Guardia Presidencial iraquí que emprendían la huida hacia la capital. Después de esta misión, el ejército de EE.UU., al que pertenecía, tardó cuatro años en informarle de los resultados de sus análisis.
Estos señalaban proporciones astronómicas de uranio en la orina. Actualmente, con graves problemas respiratorios, motrices y de riñón, se ha convertido en uno de los líderes de la campaña a favor de prohibir esta munición en los EE.UU. Por lo tanto, pocas personas tan autorizadas como ésta para hablar de los efectos del uranio empobrecido.
¿Cómo actúa el uranio empobrecido?
Estos proyectiles, de unos 3 cm. de largo y que contienen 300 gramos de uranio empobrecido, son lanzados desde tanques M60, M1 y M1A1 o bien, más usualmente, desde los aviones anticarro norteamericanos del tipo A-10.
También los mísiles Tomahawk van equipados con 3 Kgs. de uranio empobrecido en su punta. Cuando este tipo de proyectil estalla y se quema, el metal se pulveriza en forma de dióxido de uranio. Estas partículas, cien veces más pequeñas que un grano de arena, pueden ser inhaladas por los seres humanos o por cualquier ser vivo, aparte de contaminar las plantas o el agua. Es decir, que no es necesario ingerir directamente el uranio, sino que basta con que nos comamos un tomate contaminado.
Pues bien, en función de la temperatura a la que se haya sometido el metal, aparecen dos tipos de polvo, tal como afirma el doctor Rokke: el primero es soluble en la sangre y en los humores corporales en los que actúa como agente de envenenamiento; el segundo, calentado a temperaturas más elevadas, adopta la propiedad de la cerámica y no se disuelve, sino que permanece fijado en algún órgano del cuerpo y, desde allí, emite radioactividad durante años y años.
Gina Mertens, miembro de una asociación de médicos alemanes contra la guerra nuclear, enumera algunas de las patologías reconocidas, provocadas por el polvo de uranio: afecciones renales, cánceres, leucemia, tumores óseos, malformaciones en los embriones, etc.
¿Dónde y cuándo se ha utilizado el uranio empobrecido?
Que se sepa hasta ahora, al menos en tres conflictos, a los cuales se añade ahora Libia: 1) En 1991, en la guerra del Golfo, desarrollada por las potencias occidentales contra Irak, donde a lo largo de 110.000 ataques aéreos, Estados Unidos lanzó 950.000 proyectiles con uranio empobrecido; es decir, aún hoy permanecen en suelo iraquí unas 300 toneladas de uranio.
2) En 1995, la OTAN realizó masivos bombardeos contra la República serbia de Bosnia. En este caso, la OTAN no ha facilitado ninguna información sobre el número de ataques ni sobre la cantidad de munición, pero se calcula que fueron arrojados unos 10.800 proyectiles. Hadzici, un suburbio de Sarajevo, y otras localidades como Blazuj y Vogosce sufrieron en septiembre de ese año una lluvia de granadas conteniendo uranio empobrecido. (Circula por la red un amplio informa de Tika Jankovic, ingeniero yugoslavo residente en California que, entre 1996 y 1998, realizó una serie de investigaciones in situ sobre los efectos para la salud de la población civil que sufrió dichos bombardeos).
3) En 1999, la OTAN, con la connivencia de los gobiernos de la Alianza Atlántica, llevó a cabo la llamada “guerra humanitaria” de Kosovo. Aquí, la OTAN lanzó 31.000 proyectiles con uranio empobrecido (es decir, unas 9 toneladas métricas de uranio), desde aviones anticarro A-10 Thunderbolt (Rayo) y, en menor medida, desde aviones Harrier y carros de combate Abrams. Llegados a este punto, cabe preguntarse: ¿Existían informes previos que alertasen del peligro contaminante de este tipo de munición? Aquí se pone, una vez más, de manifiesto el cinismo y la sangrante hipocresía de Estados Unidos y de la OTAN: el Pentágono conocía los riesgos para la salud que entrañan estas municiones y no informó a nadie.
Dos de esas pruebas son: el llamado “Informe de Los Álamos”, escrito por el teniente coronel M. V. Ziehmn, y otro de la Agencia de Defensa Nuclear estadounidense, ambos fechados en marzo de 1991, en los que ya se advertía de esos riesgos. El mismo Doug Rokke elaboró un vídeo, a petición del Pentágono, que, una vez terminado, en 1995, fue archivado por el Departamento de Defensa de los Estados Unidos.
En este vídeo que nunca llegó a emitirse se instruía a las tropas acerca de la protección respiratoria y los uniformes adecuados a la hora de manejar este tipo de material. Pero existen más informes: en 1990, el Grupo Internacional de Ciencias Aplicadas, en un informe solicitado por las Fuerzas Armadas norteamericanas, concluía que “el uranio empobrecido está vinculado al desarrollo del cáncer cuando la exposición es interna (ingesta o inhalación)”.
Otro informe más, éste de 1995, elaborado por el Instituto de Política Ambiental de los Estados Unidos, dictaminaba que “si el uranio empobrecido entra en el cuerpo, tiene la potencialidad de generar importantes consecuencias médicas. Los riesgos asociados con el uranio empobrecido son químicos y radiológicos”.
¿Cuáles y cuántas son las víctimas?
Nos enfrentamos, una vez más, a los constantes intentos de ocultación de datos, pero, no obstante, se puede asegurar que, en Irak, podría haber afectado ya a 250.000 hombres, mujeres y niños, podría haber provocado un aumento de entre 20.000 y 100.000 cánceres letales, así como un aumento espectacular de malformaciones congénitas. (Es necesario recordar que, aún hoy, el pueblo iraquí se halla sometido a embargo y ha de seguir pagando los más de 320.000 millones de dólares destinados al pago de las indemnizaciones -deuda de guerra- impuestas por la ONU, con lo cual apenas dispone de ingresos para la compra de medicinas y alimentos para la población).
Aparte de la población civil, el misterioso “síndrome del Golfo”, que incluye un amplio cuadro clínico en el que aparecen dolores de cabeza, musculares y abdominales, así como vértigos y problemas respiratorios, afecta aproximadamente a 100.000 de los 700.000 soldados (hombres y mujeres, norteamericanos y británicos) que fueron desplazados al conflicto y que participaron en la ofensiva terrestre.
Entre ellos, además del propio Rokke, se encuentran la norteamericana Carol Picou y el británico Ray Bristow, veteranos de guerra que recientemente ofrecieron una rueda de prensa en Madrid. No existen datos oficiales a cerca de la población civil afectada en Bosnia y Kosovo, aunque es de esperar que afloren con el paso del tiempo, una vez que superen la censura informativa.
En cuanto a los soldados afectados por el “síndrome de los Balcanes”, causante de la alarma social que se vive en Europa occidental, se han producido (a pesar de tratarse de un conflicto relativamente reciente), al menos 13 fallecimientos (6 soldados italianos, 5 belgas, 1 portugués y 1 español), aparte de un numero indeterminado de afectados tanto en estos países como en Francia y Holanda.
Una vez finalizada la guerra, las tropas norteamericanas se localizaron, curiosamente, en las zonas menos bombardeadas con uranio empobrecido, dejando las más contaminadas para los soldados europeos. Conclusiones: Probablemente, todo esto sólo sea la punta del iceberg, si tenemos en cuenta que: · aparte del uranio empobrecido, estos proyectiles también contienen berilio, metal igualmente tóxico, que produce una enfermedad pulmonar llamada beriliosis, además de cáncer.
El mineral de uranio, tal como se encuentra en la naturaleza, aparece compuesto, en su mayor parte, por el isótopo 238 y por una pequeña cantidad (0’7 %) del isótopo 235. Este es el que realmente puede fisionarse para ser utilizado en reactores nucleares y en la fabricación de bombas atómicas. Por lo tanto, el mineral de uranio ha de ser enriquecido industrialmente.
En este proceso, se produce una gran cantidad de material, de residuos. Esto es lo que se llama uranio empobrecido (U-238) que es también radiactivo y que tiene una vida media de ¡4.500 millones de años! Almacenar este tipo de residuos contaminantes resulta, por tanto, extremadamente caro. Se da la circunstancia de que EE.UU., después de medio siglo produciendo armas atómicas y energía nuclear, tiene almacenadas más de 500.000 toneladas de uranio empobrecido.
¿Qué es lo que ocurre? Pues que, con el fin de ahorrar dinero y vaciar sus depósitos, el Gobierno de los EE.UU. cede gratis el uranio empobrecido a las empresas de armamento norteamericanas y extranjeras. Así, hoy en día, además de EE.UU., países como Gran Bretaña, Francia, Canadá, Rusia, Grecia, Turquía, Israel, las monarquías del Golfo, Taiwán, Corea del Sur, Pakistán o Japón, compran o fabrican armas y municiones con uranio empobrecido.
Aparte de su gratuidad, el uranio empobrecido ofrece otras ventajas adicionales que lo hacen muy atractivo para la tecnología militar. En primer lugar, es el elemento natural más pesado que puede encontrarse; debido a su densidad, los proyectiles con cabeza de uranio empobrecido pueden perforar el acero blindado de carros de combate y de edificios. Y, en segundo lugar, resulta además un material pirofórico natural, es decir, que se inflama al contacto con el aire, provocando el estallido del objetivo alcanzado. Antes de explicar como actúa el uranio empobrecido conviene detenerse en una personalidad que aparece en casi todos los informes a los que yo he tenido acceso.
¿Quién es Doug Rokke?
Este doctor en Física fue director del Proyecto sobre Uranio Empobrecido del Pentágono durante diez años. En febrero de 1991, durante la guerra del Golfo, se encontraba al frente de un equipo médico encargado de limpiar de vehículos contaminados la famosa “autopista de la muerte” que une Basora con Bagdad, donde se dispararon casi un millón de proyectiles de uranio contra los carros de combate de la Guardia Presidencial iraquí que emprendían la huida hacia la capital. Después de esta misión, el ejército de EE.UU., al que pertenecía, tardó cuatro años en informarle de los resultados de sus análisis.
Estos señalaban proporciones astronómicas de uranio en la orina. Actualmente, con graves problemas respiratorios, motrices y de riñón, se ha convertido en uno de los líderes de la campaña a favor de prohibir esta munición en los EE.UU. Por lo tanto, pocas personas tan autorizadas como ésta para hablar de los efectos del uranio empobrecido.
¿Cómo actúa el uranio empobrecido?
Estos proyectiles, de unos 3 cm. de largo y que contienen 300 gramos de uranio empobrecido, son lanzados desde tanques M60, M1 y M1A1 o bien, más usualmente, desde los aviones anticarro norteamericanos del tipo A-10.
También los mísiles Tomahawk van equipados con 3 Kgs. de uranio empobrecido en su punta. Cuando este tipo de proyectil estalla y se quema, el metal se pulveriza en forma de dióxido de uranio. Estas partículas, cien veces más pequeñas que un grano de arena, pueden ser inhaladas por los seres humanos o por cualquier ser vivo, aparte de contaminar las plantas o el agua. Es decir, que no es necesario ingerir directamente el uranio, sino que basta con que nos comamos un tomate contaminado.
Pues bien, en función de la temperatura a la que se haya sometido el metal, aparecen dos tipos de polvo, tal como afirma el doctor Rokke: el primero es soluble en la sangre y en los humores corporales en los que actúa como agente de envenenamiento; el segundo, calentado a temperaturas más elevadas, adopta la propiedad de la cerámica y no se disuelve, sino que permanece fijado en algún órgano del cuerpo y, desde allí, emite radioactividad durante años y años.
Gina Mertens, miembro de una asociación de médicos alemanes contra la guerra nuclear, enumera algunas de las patologías reconocidas, provocadas por el polvo de uranio: afecciones renales, cánceres, leucemia, tumores óseos, malformaciones en los embriones, etc.
¿Dónde y cuándo se ha utilizado el uranio empobrecido?
Que se sepa hasta ahora, al menos en tres conflictos, a los cuales se añade ahora Libia: 1) En 1991, en la guerra del Golfo, desarrollada por las potencias occidentales contra Irak, donde a lo largo de 110.000 ataques aéreos, Estados Unidos lanzó 950.000 proyectiles con uranio empobrecido; es decir, aún hoy permanecen en suelo iraquí unas 300 toneladas de uranio.
2) En 1995, la OTAN realizó masivos bombardeos contra la República serbia de Bosnia. En este caso, la OTAN no ha facilitado ninguna información sobre el número de ataques ni sobre la cantidad de munición, pero se calcula que fueron arrojados unos 10.800 proyectiles. Hadzici, un suburbio de Sarajevo, y otras localidades como Blazuj y Vogosce sufrieron en septiembre de ese año una lluvia de granadas conteniendo uranio empobrecido. (Circula por la red un amplio informa de Tika Jankovic, ingeniero yugoslavo residente en California que, entre 1996 y 1998, realizó una serie de investigaciones in situ sobre los efectos para la salud de la población civil que sufrió dichos bombardeos).
3) En 1999, la OTAN, con la connivencia de los gobiernos de la Alianza Atlántica, llevó a cabo la llamada “guerra humanitaria” de Kosovo. Aquí, la OTAN lanzó 31.000 proyectiles con uranio empobrecido (es decir, unas 9 toneladas métricas de uranio), desde aviones anticarro A-10 Thunderbolt (Rayo) y, en menor medida, desde aviones Harrier y carros de combate Abrams. Llegados a este punto, cabe preguntarse: ¿Existían informes previos que alertasen del peligro contaminante de este tipo de munición? Aquí se pone, una vez más, de manifiesto el cinismo y la sangrante hipocresía de Estados Unidos y de la OTAN: el Pentágono conocía los riesgos para la salud que entrañan estas municiones y no informó a nadie.
Dos de esas pruebas son: el llamado “Informe de Los Álamos”, escrito por el teniente coronel M. V. Ziehmn, y otro de la Agencia de Defensa Nuclear estadounidense, ambos fechados en marzo de 1991, en los que ya se advertía de esos riesgos. El mismo Doug Rokke elaboró un vídeo, a petición del Pentágono, que, una vez terminado, en 1995, fue archivado por el Departamento de Defensa de los Estados Unidos.
En este vídeo que nunca llegó a emitirse se instruía a las tropas acerca de la protección respiratoria y los uniformes adecuados a la hora de manejar este tipo de material. Pero existen más informes: en 1990, el Grupo Internacional de Ciencias Aplicadas, en un informe solicitado por las Fuerzas Armadas norteamericanas, concluía que “el uranio empobrecido está vinculado al desarrollo del cáncer cuando la exposición es interna (ingesta o inhalación)”.
Otro informe más, éste de 1995, elaborado por el Instituto de Política Ambiental de los Estados Unidos, dictaminaba que “si el uranio empobrecido entra en el cuerpo, tiene la potencialidad de generar importantes consecuencias médicas. Los riesgos asociados con el uranio empobrecido son químicos y radiológicos”.
¿Cuáles y cuántas son las víctimas?
Nos enfrentamos, una vez más, a los constantes intentos de ocultación de datos, pero, no obstante, se puede asegurar que, en Irak, podría haber afectado ya a 250.000 hombres, mujeres y niños, podría haber provocado un aumento de entre 20.000 y 100.000 cánceres letales, así como un aumento espectacular de malformaciones congénitas. (Es necesario recordar que, aún hoy, el pueblo iraquí se halla sometido a embargo y ha de seguir pagando los más de 320.000 millones de dólares destinados al pago de las indemnizaciones -deuda de guerra- impuestas por la ONU, con lo cual apenas dispone de ingresos para la compra de medicinas y alimentos para la población).
Aparte de la población civil, el misterioso “síndrome del Golfo”, que incluye un amplio cuadro clínico en el que aparecen dolores de cabeza, musculares y abdominales, así como vértigos y problemas respiratorios, afecta aproximadamente a 100.000 de los 700.000 soldados (hombres y mujeres, norteamericanos y británicos) que fueron desplazados al conflicto y que participaron en la ofensiva terrestre.
Entre ellos, además del propio Rokke, se encuentran la norteamericana Carol Picou y el británico Ray Bristow, veteranos de guerra que recientemente ofrecieron una rueda de prensa en Madrid. No existen datos oficiales a cerca de la población civil afectada en Bosnia y Kosovo, aunque es de esperar que afloren con el paso del tiempo, una vez que superen la censura informativa.
En cuanto a los soldados afectados por el “síndrome de los Balcanes”, causante de la alarma social que se vive en Europa occidental, se han producido (a pesar de tratarse de un conflicto relativamente reciente), al menos 13 fallecimientos (6 soldados italianos, 5 belgas, 1 portugués y 1 español), aparte de un numero indeterminado de afectados tanto en estos países como en Francia y Holanda.
Una vez finalizada la guerra, las tropas norteamericanas se localizaron, curiosamente, en las zonas menos bombardeadas con uranio empobrecido, dejando las más contaminadas para los soldados europeos. Conclusiones: Probablemente, todo esto sólo sea la punta del iceberg, si tenemos en cuenta que: · aparte del uranio empobrecido, estos proyectiles también contienen berilio, metal igualmente tóxico, que produce una enfermedad pulmonar llamada beriliosis, además de cáncer.
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