sábado, 27 de agosto de 2011

Bancarrota capitalista: se agotaron las aspirinas

Las diversas explosiones -tanto económicas como políticas e internacionales- de la bancarrota capitalista se están acercando al núcleo del reactor

AMR 
Bancarrota capitalista: se agotaron las aspirinas
Por Jorge Altamira
Crisis mundial
Cuando ingresa en su quinto año, la bancarrota capitalista que comenzó a mediados de 2007 avizora su fase más aguda. Se habla ni más ni menos que de la caída del Bank of America, uno de los primeros de Estados Unidos. El Bank of America había absorbido en el primer año de la crisis a rivales como Countrywide -el cual estaba hasta el cuello en créditos incobrables por hipotecas- y se había quedado con otro en el tope del ranking -el poderoso Merril Lynch. Semejantes bocados lo atoraron, debido a las enormes deudas que habían contraído estos bancos para financiar la especulación inmobiliaria.
A esta calamidad, se han sumado las penas y resarcimientos que deberá pagar por el fraude que cometió con otros bancos en oportunidad del ‘defol' de la mayor aseguradora del mundo, AIG. Por medio de la intervención del secretario del Tesoro norteamericano, el America se hizo pagar los créditos que tenía sobre AIG unas pocas horas antes de que la aseguradora declara la cesación de pagos; el mismo beneficio recibieron otros bancos, como el francés Société Gènerale.
Una caída del America desataría quiebras generalizadas, pero lo mismo ocurriría con las alternativas para salvarlo. Una inyección de capital, del orden de los 60 mil millones de dólares, provocaría una reducción fuerte del precio de sus acciones (superior al derrumbe que ya experimentó: en lo que va del año, sus precios se derrumbaron desde 14 a 7 en el día de hoy, o sea un 50%) y la consecuencia sería una extendida depresión en la Bolsa. Si, como otra opción, declarara una quita del valor de sus préstamos para facilitar su cobro a los clientes, el resultado sería una depresión aún mayor en el mercado crediticio. La variante que se vislumbra es que sea adquirido por el J.P. Morgan, que para eso requeriría un fortísimo subsidio del Banco Central (FED), en momentos en que la emisión monetaria ha tomado proporciones gigantescas. Según las versiones, "el secretario (del Tesoro) se habría ya comprometido a facilitarle al comprador unos 100.000 millones de dólares con objeto de que la entidad (Morgan) complete la compra", pero se estima "que el Bank of America requiere una ampliación de capital de 200.000 millones de dólares". El costo del seguro contra un ‘defol' del Bank of America ha subido cerca de 500 puntos sobre la tasa que se usa como referencia. Todo lo que se creía sólido se deshace en el aire.
Perdidos en Europa
De mayor alcance es lo que ocurre en Europa. Un banco pequeño de Grecia (de sólo 35 sucursales) tuvo que ser rescatado de la quiebra por parte de cuatro bancos de mayor porte para evitar una corrida de depositantes, que habría noqueado incluso a los grandes bancos de Europa que tienen una fuerte exposición a la deuda estatal y a los bancos de Grecia. El Banco Central Europeo, sin embargo, no aportó dinero a este operativo, porque los bancos griegos agotaron las garantías para acreditar ante el BCE. El pilotaje lo tuvo que asumir el Banco Central de Grecia, el que sumó así nueva deuda con el BCE, y la enorme deuda pública de Grecia, que es el garante último del Banco Central del país. Este rescate precario e improvisado ha aumentado las dificultades de España e Italia para acceder al mercado de créditos para financiar el pago de la deuda pública. La desvalorización que sufrirá esta deuda afectará fuertemente la solvencia de los bancos acreedores del Estado y la tendencia a una corrida contra ellos. Los bancos españoles están en la primera línea de fuego.
Como resumen general, se constata que los rescates de bancos realizados por gobiernos y bancos centrales a partir de comienzos de 2008 ha concluido con una nueva crisis financiera y fiscal aún mayor de los Estados, la cual repercute sobre los bancos que, durante toda la crisis, han especulado con la compra de deuda pública. Los ajustes fiscales, a partir de finales de 2009, y los despidos, reducciones en la jornada de trabajo y de los salarios golpearon fuerte a la demanda de consumo y de inversión, precipitando una nueva recesión. Estos ataques a los trabajadores aumentaron la tasa de explotación de la fuerza de trabajo por parte del capital, pero acentuaron la insolvencia financiera (la capacidad de repago de los préstamos) como consecuencia de la recesión. Se manifestó, de este modo, la tendencia de la crisis a quebrar las relaciones sociales propias del capitalismo (ausencia de crédito y una nueva crisis monetaria).
De nuevo la madre de todas las crisis: la monetaria
A este regreso de la crisis monetaria responde la suba descomunal del oro (llegó, hace tres días, a cerca de dos mil dólares la onza), mientras el precio del petróleo ha estado cayendo (algo que los analistas consideran relacionado con un horizonte económico recesivo). El oro no es considerado materia prima, sino refugio del capital bajo la forma metálica. El dinero y el capital se retiran del mercado y de la acumulación ampliada, y se repliegan al atesoramiento. Al mismo fenómeno responde -aunque no por mucho tiempo- la suba paradójica del precio de la deuda pública de Estados Unidos. Se trata de una forma disimulada de corrida bancaria: ocurre que los poseedores de enormes masas de dinero en forma líquida (4 billones de dólares) las están retirando de bancos y fondos especulativos por temor a una quiebra, para refugiarse en el santuario ‘políticamente seguro' de la deuda pública norteamericana. Pero la escasa remuneración que ofrece la compra de deuda pública de Estados Unidos perjudica el negocio bancario, que paga más por los depósitos que recibe que lo que cobra por los títulos del Tesoro que compra con esos depósitos. El resultado es que algunos de ellos (Mellon de Nueva York) han comenzado a desalentar el ingreso de depósitos mediante el cobro de una comisión.
La crisis monetaria ha retornado a la economía mundial, como ocurriera en las vísperas del derrumbe de Lehman Brothers en septiembre de 2008, cuando paralizó el comercio mundial y las transacciones financieras. El mercado monetario, donde se otorgan y renuevan los préstamos de cortísimo plazo (de un día hasta seis meses), ha sufrido una fuerte caída. Se comienza a hablar de un tercer plan de inyección monetaria para reactivarlo por parte de la FED, pero los principales observadores desechan que pueda tener efectos prácticos: los mercados están llenos de plata, no necesitan que ingrese más -el problema es que ese dinero se movilice. El recurso a la impresión de billetes para rescatar bancos se ha agotado; otra cosa sería que sirviera a un plan económico de conjunto para reconstruir a la sociedad sobre nuevas bases. El capitalismo se enfrenta a lo que procuró evitar: un replanteo político de conjunto. Ingresamos al punto más alto de la crisis.
El choque político
Varios comentaristas han atribuido la ‘politización' de la crisis mundial a la descalificación, que consideran arbitraria, de la deuda norteamericana por parte de las calificadoras de riesgo. En realidad, estas calificadoras llegaron tarde, si se tiene en cuenta que la deuda de conjunto de Estados Unidos es de 22 billones de dólares ¡un 150% del PBI! El monto suma la deuda federal (14,5 billones); las deudas de Estados y municipios (unos 2 billones de dólares) y la deuda de las agencias hipotecarias del Estado (5 billones y medio). Es impagable a su valor actual. El voltaje político que hay que asignar a esta rebaja de calificación pasa, antes que nada, por el hecho de que los acreedores más importantes son internacionales -China y Japón-, mientras que el principal acreedor interno es (como en la Argentina K) el Banco Central y los Fondos de Pensiones. La rebaja de calificación desvaloriza la deuda: ‘licúa', por un lado, los activos en poder de los jubilados y de los consumidores y, por el otro, el de los rivales del exterior. Estamos ante una presión para que Japón y, en mucha mayor medida, China, revaloricen sus monedas, para que sustituyan así la desvalorización del dólar. Una revalorización de la moneda de China favorecería el comercio de sus competidores y aumentaría la deuda interna en China medida en dólares; lo que desataría una crisis en regla en el país asiático. China ha respondido con una advertencia política: le exigió a Estados Unidos una reducción de los gastos militares, para pagar la deuda, y botó el primer portaviones nuclear, que Obama cuestionó con una advertencia ‘dura'. China no tiene márgenes: ahora mismo la inflación en el país está creciendo -especialmente y en gran medida en los alimentos básicos, muy sensibles para la población.
Europa atraviesa un proceso de características similares (crisis monetaria y política). Su capacidad para financiar el pago de la deuda pública de sus países se ha agotado; lo mismo vale para los ajustes fiscales. Se ha puesto en marcha una reestructuración insignificante de la deuda de Grecia, que carece de magnitud o profundidad para resolver el ‘defol'. El reemplazo de las deudas nacionales impagables por una deuda única de Europa, para hacerlas más solventes, solamente cambiaría el asunto si la carga del endeudamiento sustituto la asumieran los Estados más fuertes (Alemania y Francia), pero esto sería equivalente a subsidiar el rescate de sus competidores. Sólo podrían admitir ese rescate si antes el resto de los países cedieran sus soberanías para que, Alemania en especial, pudieran reorganizar sus economías en función de la industria alemana. La dimensión de la crisis la dejó ver recientemente el magnate George Soros, cuando planteó que Grecia y Portugal debían retirarse de la zona euro (no sin antes asegurar el pago de deudas y depósitos en euros) para cerrar filas entre los países restantes y de este modo salvar a la moneda común y a la Unión Europea. Pero esta salida implicaría un ‘defol' de esos dos países y la quiebra de los bancos acreedores de varios de los Estados acreedores de Grecia. Soros caracterizó una desintegración de la UE como la etapa última y final de la crisis en curso.
Nouriel Roubini, un economista con laureles, la ve de otro modo: es necesaria -dice- una reestructuración de la deuda hipotecaria de Estados Unidos, que saque del ‘defol' y del desalojo a 11 millones de familias y, en forma complementaria, obligar a los accionistas y acreedores de los bancos que dieron hipotecas a que carguen con las pérdidas correspondientes. A partir de aquí recomienda un fuerte aumento del gasto fiscal para recuperar la demanda. Que se diga esto, luego de que Obama pactara con los republicanos lo contrario, es un síntoma inconfundible de la violencia de la crisis política que asoma en Estados Unidos. Incluso el multimillonario Warren Buffet reclamó que los ricos paguen más impuestos para financiar un programa de obras públicas. La fase de las opciones políticas en el desarrollo de la crisis forzará a la participación masiva de las diferentes clases de la sociedad.
El núcleo
Las diversas explosiones -tanto económicas como políticas e internacionales- de la bancarrota capitalista se están acercando al núcleo del reactor. La vigencia de un programa de transición que opere como un factor de movilización de masas, entre la situación actual y la meta de la reorganización socialista de la sociedad (que la crisis la paguen los capitalistas), está más clara que nunca.
PRENSA OBRERA
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