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No todo es playas, samba, fútbol, Goles y Neymar....Este jueves, 20 junio, más de millón de personas protestaron en las calles de 80 ciudades de Brasil por la subida al precio del transporte, de la que a última hora desistió la autoridad y la "corrupción en el gobierno", según las redes sociales y prensa convencional.
Un problema coyuntural o un síntoma de lo que no vemos en cuanto a que la prensa destaca estos hechos, pero desdice lo que en alusión corresponde cuando se habla de divulgar los logros de un gobierno surgido de las entrañas populares.
Al menos, en esto, nuestras realidades no son equiparables, Brasil tiene mejores niveles de libertad de expresión, vive bajo un tercer mandato de gobierno enteramente democrático y estos acontecimientos trascienden al mundo, aunque enrarezcan el ambiente de la Copa Confederaciones y la próxima visita del papa Francisco, son necesarios para identificar la correlación de fuerzas sociales.
En Brasil la movilización más parece un impulso de las fuerzas en contra de que se profundice y sostenga el modelo de economía social propuesto por el presidente Lula Da Silva; y continuadas por la presidenta Dilma Rousef, con una saga de más de 25 millones de personas que han salido de la pobreza en la pasada administración.
Aquí, en esta tierra de pueblo valiente y digno, el proceso lleva otra vía y esto no es cuestionable porque corresponde a la realidad de cada país. Fresca está la afrenta del golpe de Estado del 28 de junio de 2009, cuando los sectores más obscuros de nuestra sociedad y la injerencia de Estados Unidos conspiraron y lograron expatriar al presidente Manuel Zelaya Rosales.
En tanto Brasil avanza en gobiernos sucesivos que han dado espacio y recursos suficientes para impulsar programas y políticas para sacar de la pobreza a millones de personas y mejorar el índice de crecimiento de la económico.
El neoliberalismo es un sistema explotador , aplastante, inhumano y desquiciado. Símil a la masa de concreto, vidrio y acero de sus urbes portentosas y contrastantes, que consume incontables vidas humanas
En la vorágine de agua, aire, vida, verdura y un abanico de minerales que respira esta tierra desde el polo norte al sur; en todo lo largo, ancho y profundo en cada una de sus latitudes, está la saña del imperio.
Y por amor propio, porque es la patria donde nacimos, sentimos ese despojo en las costas del norte de Honduras, en las Islas de la Bahía; en las pardas arenas del Pacífico de esta franja continental, al estrecho de Darién, a los Llanos de Venezuela o al nordeste de Brasil, y como no, al casi infinito y deseado.
El plasma petrolero que es la droga y mantiene en vida al sistema, es el redil de sus locuras y malvados deseos; dónde no hubo un golpe de Estado y se supo que tras de ello estuvo siempre la garra del Águila Imperial cercenando metales y frutos de la tierra.
Cifras recientes nos hablan de más de 45 millones de personas pobres son una carga para el Seguro Social mísera, tragedia de mujeres, jóvenes y niños en cualquier ciudad o pueblo, en plazas luminosas u ominosas desde el norte del continente a la Patagonia y Tierra del Fuego.
Todos estos territorios hoy más que nunca amenazados por la civilización humana y el insaciable estilo de vida, ceñido al consumo y la publicidad impuesto por el capitalismo y su odioso hijo neoliberal; por algo la humanidad es la única especie que destruye el planeta para adaptarse a él.
Viva el pueblo brasileño; que ya tuvo a Lula al que claman para ser reelecto, esas son las reminiscencias de su buen gobierno; y de una presidenta como Dilma Rousef, que defiende las causas e ideas de su pueblo, valorando lo más preciado, la vida, la tranquilidad y su desarrollo.
Viva el pueblo hondureño, que a pesar de realidades tan distintas y conmensurables como la dimensión territorial, aceptó la resistencia social para hacer visible su valor como ente humano para con las herramientas propias del sistema, le derrote con contundencia en el terreno político-electoral.
La sociedad que desean las mayorías de la increíble nación brasileña es la que queremos ver hacia afuera. El entendimiento entre las masas de la necesidad de construir una sociedad más justa, incluyente y participativa, será garantía de que esa una realidad factible de edificar.
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