por Lluís Miquel Hurtado
Todo apunta a que se trata de un experimento que, de funcionar, podría ser exportado a otros países capitalistas, entre ellos España. Lo que se anuncia como refuerzo social contra la delincuencia común, derivaría fácilmente en una red de soplones contra la disidencia política.
Si la obra de teatro fuese real y el Comendador de Fuenteovejuna coetáneo al primer ministro turco Recep Tayyip Erdogan, el villano castellano bien podría haber aprendido una forma de evitar su fatal sino. En plena resaca de las protestas por el parque de Gezi, saldadas ya con más de 3.500 detenidos según la Fundación por los Derechos Humanos de Turquía (TIHV), el jefe del gabinete se emplea a fondo en minar a sus opositores sembrando la desconfianza y el odio vecinal.
Según acaba de publicar el periódico turco 'Radikal', el Gobierno planea instalar en los barrios sistemas de 'chivateo'. Estos dispositivos, cuya fisonomía no se ha concretado, permitirán a cualquier ciudadano hacer denuncias anónimas, bien sea de forma escrita u oral, de todo comportamiento sospechoso de ser ilegal que observe entre sus convecinos. Los aparatos estarán conectados a las centrales de Policía del distrito.
El departamento policial ha asegurado que este proyecto pretende aumentar la seguridad en las callesal permitir atrapar antes a los delincuentes. Añade que, al ser un sistema confidencial y anónimo, evitará que el denunciante pueda sufrir represalias por su acción. Pero las organizaciones pro derechos humanos de Turquía, además de recordar que actualmente ya es posible hacer denuncias sin identificarse en los cuarteles de Policía, han puesto el grito en el cielo.
"Animar a la gente a revelar lo que uno dice del otro es el primer paso para un Estado policial", ha lamentado en las páginas del periódico 'Today's Zaman' Arif Koçer, vicepresidente de la organización humanitaria Mazlum-der, quien destaca que la tarea de capturar criminales es cosa de las fuerzas de seguridad. El activista también advierte del potencial peligro de dañar la paz social que puede conllevar tamaño intento de polarizar la convivencia.
Öztürk Türkdogan, líder la la Asociación de Derechos Humanos (IHD), critica que esta medida se haya tomado como consecuencia de las protestas que se alzaron contra el Gobierno hace justo dos meses. "Esto hará quela gente deje de luchar por sus derechos por miedo a ser denunciado", ha lamentado. "El derecho a un juicio justo está erosionado, se abusa de las escuchas telefónicas y hay proliferación de testigos secretos en los tribunales. Vivimos en medio de la arbitrariedad", remacha.
En la línea de ambos se pronuncia en el 'Today's Zaman' el abogado Ergin Cinmen. "No hay precedentes de algo así ni durante el golpe de Estado de 1980. Un chivato, en rencilla con cualquier vecino, podrá acusarle de crímenes graves", señala. Para el letrado, este plan es una fase más de la estrategia iniciada hace unas semanas por Recep Tayyip Erdogan, quien se apoyó en sus votantes para acabar con las críticas contra él en las calles del país.
"Llevad a los tribunales, sin miedo, a quienes participen en las caceroladas", pidió Erdogan a los turcos a mediados de julio. "No esperéis a que lo haga el Estado", añadió. "Llevadles ante la Justicia. Todo el mundo debe conocer sus límites". El jefe de gabinete calificó de "crímenes" los golpeos de cacharros de cocina que, cada día a las nueve de la noche, rompían el tenue bullicio de numerosos barrios del país.
Una llamada con efecto
A tenor de que hace dos semanas que ya no se oyen las cacerolas en lugares habituales de protesta, puede decirse que la llamada del Primer Ministro tuvo efecto. Lo sabe Sevim Uysal, una anciana de 86 años que recibió en casa una multa de 88 liras turcas (casi 35 euros) tras ser denunciada por un policía de paisano. Ella, así como un puñado de vecinos de su ciudad, Antalya, fueron sancionados con faltas leves por sus sonoras acciones de protesta.
A fin de intentar mermar a la oposición, unida en su contra pero dividida en aspectos como el color político, la religión, la etnia y la concepción del Estado, el máximo mandatario turco, del Partido para la Justicia y el Desarrollo (AKP), ha usado varias argucias. Con ellas busca enfrentar a su antítesis con "mi pueblo", el bloque remarcadamente religioso y mayormente conservador que le aupó hasta la victoria, con el 46,6% de votos, en las últimas elecciones generales de 2011.
Su principal recurso ha sido acusar de "anti islámicos" a sus enemigos. Les intenta identificar, creando un falso bloque homogéneo, con la vieja guardia republicana secular y su máxima expresión: un Ejército que depuso del poder al islamismo en los golpes de Estado de 1980 y 1997. "Nosotros ya hemos peleado en los juzgados durante muchos años; ahora es su turno", exclamó un triunfal Erdogan la semana pasada.
Una de estas acusaciones pareció evaporarse el lunes. El diputado del Partido Republicano del Pueblo (CHP) Umut Oran aseguró que el Ministerio de Justicia ha confirmado, por carta, que no existe denuncia alguna interpuesta por un supuesto ataque, por parte de manifestantes anti Gobierno, a una chica con velo y a su bebé. Tampoco existen imágenes de lo ocurrido ni tomas de vídeo hechas por las cámaras de seguridad oficiales.
Según dos medios locales, que identificaron a la víctima con las siglas 'Z.D.' y publicaron sendas entrevistas con ella sin incluir fotografías, el incidente ocurrió a principios de junio en el barrio estambuliota de Kabatas. Tayyip Erdogan, quien aseguró posteriormente conocer a la afectada, denunció insistentemente este suceso ante sus parlamentos. Umut Oran concluye: "Erdogan está usando la religión y a los más vulnerables para crear sentimientos de hostilidad entre comunidades".
Esta hostilidad ha quedado evidenciada en episodios dramáticos. Varios individuos, uno de ellos con un machete, atacaron a manifestantes el 6 de julio en las inmediaciones de la plaza de Taksim, en Estambul. Tras ser liberados, pues el juez no veía riesgo de fuga, el del machete escapó a Marruecos, donde aún permanece. Durante esos días, casi en el mismo lugar, otro individuo efectuó varios disparos de pistola al aire mientras se enfrentaba a los participantes de una protesta.
En varios vídeos que circulan por Internet, grabados durante este tiempo, puede verse a turbas armadas con garrotes atacando a manifestantes. En algunos, incluso, se distingue a patrullas policiales escoltando a estos grupos. Tal y como muestran las imágenes de las cámaras de seguridad de la ciudad de Eskisehir, uno de estos grupos de linchamiento reventó, con un bate de béisbol, la cabeza del joven Ali Ismail Korkmaz, quien acabó falleciendo a principios de julio.
En la fotografía, un grupo de jóvenes, en las protestas de Taksim del pasado 20 de julio.
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