En Mariupol no quedan fuerzas leales a la Junta. Simplemente escaparon. Tras la sangría organizada ayer por los nazis, los militares han decidido no arriesgarse. Se han ido todos dejando incluso sus blindados, por lo que más que de “toma” se puede hablar de “herencia”. Pueblo de Mariupol “hereda” las instalaciones militares abandonadas por la Junta.
Ahora los vecinos no saben que hacer con todo el material bélico a su disposición. En teoría todo está claro: hay que armarse y protegerse. Pero el cómo hacerlo no sabe nadie. Digan lo que digan las psicópatas estadounidenses Jen Paski y Victoria Nuland, la ausencia de apoyo por parte de efectivos rusos dificulta enormemente la tan necesaria organización de las fuerzas antifascistas. La gente está dispuesta a armarse y a defenderse, pero no sabe como hacerlo, no consiguen organizarse y no están acostumbrados a cumplir órdenes.
“Las acciones de los terroristas están dirigidas principalmente a impedir los comicios presidenciales en el Estado- ladran desde la Junta – La dirección de la Guardia Nacional [batallones paramilitares formados por los nazis del sector derecho] hacen todo lo posible para estabilizar la situación en la ciudad”. Esta fue la valoración de Kiev de la dramática actuación de sus tropas en Mariupol. Actuaron y escaparon. ¿Para qué? ¿Solo para matar unas cuantas personas inocentes? ¿Entrenamiento? ¿O es un grupo que actúa en sentido educativo, para aumentar entre la población el odio al fascismo? Desde luego, si el objetivo era el último, parece que ha sido logrado.
No pretendemos dar consejos a nadie, no es un objetivo de este texto. Pero, mientras en Kiev se pasean por el centro de la ciudad bandas armadas clamando “Ucrania unida, todo por la nación, matar a los moscovitas”, parece lógico empezar a enseñar a la población como puede prepararse para defender su vida de los ataques nazi-fascistas de la Junta.
Parece claro que hay que retirar el armamento del cuartel militar abandonado y, quizás dejar de pensar tan solo en defender el edificio de Administración de la ciudad y pasar al puerto, escogiendo para empezar no todo el puerto, sino al menos una parte. Hay que tomar el control sobre medios marítimos: en el puerto hay remolcadores cuyas estructuras nos atraviesan las balas, e incluso no todo cañón sería capaz de atravesarlas. Ni más ni menos, parecen blindados marítimos.
Y lo más importante, no se puede repartir las armas a todo el mundo. Los primeros que lleguen serán, con toda probabilidad, personas poco adecuadas. Pero poco a poco se acercarán a la resistencia ex militares, veteranos de Afganistán, policías… personas capaces no solo de apuntar al enemigo sin poner en peligro a sus propios compañeros, sino también de organizar a los demás.
Para la entrega de armas no estaría demás organizar una especie de comisión que realizase pruebas previas de aptitud, si es con un psicólogo mejor aun. Como la revisión médica para obtención de permiso de armas. En su mayoría, los autodefensas armados deberían de ser personas de alrededor de 40 años. Maduras y serias, que entiendan perfectamente cuales son los riesgos y cual es su responsabilidad.
A los jóvenes calientes, esos que tienen muchas ganas pero preguntan “¿como dispara ese chisme”, es mejor enviarlos a la retaguardia, por lo menos al principio. Ahí deberían recibir un mínimo entrenamiento no solo en el manejo de las armas y de material y maquinaria bélica, sino también una preparación moral, de orden y obediencia a los superiores. Solo así un ejercito popular será capaz de imponer la voluntad del pueblo y no transformarse en bandas que se muevan anárquicamente de un lado a otro, disparando a todo lo que se mueva.
Todos los miembros del Ejército Popular deberían saber que se trata de una resistencia organizada, con un objetivo de defensa de la paz y seguridad de los ciudadanos ante el brutal ataque del fascismo impuesto en Ucrania por los regímenes de Europa y Estados Unidos.
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