Ayer se conmemoró el aniversario luctuoso de Lucio Cabañas, acá comparto un documental y breve reflexión. Fue un maestro rural, egresado de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa.
Cuando desaparecieron 43 alumnos de su ex normal, mucha gente también se dio cuenta de que existían.
Las décadas han pasado y la herida continua abierta por los crímenes de un Estado que siguen lastimando la organización colectiva, y por tanto a toda la sociedad.
Cuando se devalúa la vida al punto del asesinato de cualquier miembro del pueblo, como consecuencia nos lastima. Con este tipo de técnicas se pretende oprimir e intenta controlar a través del terror y nos aleja de la promesa de vivir bien, del pensamiento crítico, de construir formas de vida mejores, más justas.
Cuando se devalúa la vida al punto del asesinato de cualquier miembro del pueblo, como consecuencia nos lastima. Con este tipo de técnicas se pretende oprimir e intenta controlar a través del terror y nos aleja de la promesa de vivir bien, del pensamiento crítico, de construir formas de vida mejores, más justas.
Esto se ha intentado silenciar, pero entre más hablemos, compartamos, entre más reflexionemos, podremos ir venciendo la despolitización (la política no es solo de políticos sino de la ciudadanía) en que hemos vivido. Iremos reconociendo las huellas, que esto ha dejado en nuestras vidas (aunque no estemos conscientes de ello). La historia contemporánea va dejando marcas en nuestras vidas. Aceptar y reconocer puede ayudar a rectificar, a planear nuestra hoja de ruta y a reconocer nuestras historias. Esas que han sido suplidas por la apatía y el prejuicio. Cierta zona de confort que es ideología. Desde la apatía por la política o la simpatía por acción directa violenta; en épocas donde realmente no es necesaria la violencia, pero fácil, casi cómoda.
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