Javier González, un niño de 10 años que apenas ve y oye a causa de una parálisis cerebral, acude cada semana a jugar con los delfines Xinana y Coral, ejes de una terapia que ha mejorado su calidad de vida.
El mágico canto de Xinana y Coral —dos hembras de más de dos metros— recibe a los niños en el estanque del Acuario Nacional de Cuba, abriendo una sesión en la que los menores tocan, besan, lanzan pelotas y dan de comer a los delfines, bajo la batuta de los entrenadores Yenia Expósito y Adrián Calderón.
Los mamíferos marinos responden moviendo sus hocicos en señal de aprobación y sus aletas pectorales como si aplaudieran, o haciendo piruetas en el agua, lo que provoca las carcajadas de los seis niños que reciben la terapia, incluido Javier.
“Javier tenía mucha dificultad para caminar cuando llegó aquí y ahora camina, hace ejercicio”, explica a la AFP Amelia Vera, del equipo de Educación Ambiental del Acuario, situado a orillas del mar en La Habana.
“Estas terapias lo han ayudado muchísimo a mejorar en la motricidad gruesa, en la motricidad fina, en el aprendizaje, el lenguaje y en sus relaciones humanas”, dice Vera.
Los niños tienen distintas discapacidades, como autismo o síndrome de Down, y acuden al Acuario cada jueves desde hace cuatro años para recibir una sesión gratuita de “delfinoterapia”, o terapia con delfines entrenados, que dura 40 minutos.
Esas rutinas son parte de las “Terapias educativas ambientales asociadas con mamíferos marinos”, iniciadas en 1997, explica la vicedirectora del Acuario, María de los Ángeles Serrano.
No es un milagro
Serrano destaca que en total “400 niños con necesidades educativas especiales” han participado en estas terapias, que son un “complemento” de la enseñanza que reciben en sus escuelas especiales —hay 421 en la isla—, y les ayudan a mejorar su calidad de vida.
“Trabajamos la socialización, que los niños disfruten, que sean felices”, y también “con ejercicios psicomotores, que los ayudan a ganar mucho en fortaleza muscular”, agrega Serrano.
Pero “lo primero que decimos a los familiares es que esto no es un milagro (…) ni el Acuario es un centro de restauración neurológica“, advierte.
Con juegos y ejercicios, los expertos desarrollan habilidades en los niños, que logran compensar una incapacidad irreversible, como la de Javier, que pese a sus “apreciables avances”, nunca logrará caminar ni hablar como un niño sano, dice su maestra Dunia Baños.
El Acuario, que exhibe en sus peceras y estanques unos 2 mil 500 ejemplares de 300 especies marinas, incluidos ocho delfines entrenados, pone todo ese arsenal a disposición de las terapias.
“Esas terapias no sólo son con delfines, sino que incluyen a las tortugas, peces, lobos marinos, el agua, las piedras, la arena, el aire, el sol. Todo el entorno favorece hacer distintas actividades con los niños y su mejoría”, apunta Vera.
Surfeando con delfines
La terapia comienza en un aula del Acuario, donde Vera les habla a los niños sobre los delfines, les muestra láminas y les pide colorear una silueta del animal. Luego, los invita a jugar con ellos en el estaque.
“No es que el delfín cure, sencillamente es un estímulo para que el niño realice una actividad determinada”, explica Expósito, quien es entrenadora desde hace 18 años.
Las emociones en el estanque llegan a su clímax cuando Javier es montado por un entrenador en una tabla de surf y navega impulsado por Xinana y Coral.
Ambos delfines también son estrellas del espectáculo acuático que brinda el Acuario, que es visitado cada año por miles de cubanos y turistas.
Cada especialista tiene experiencias inolvidables que contar sobre los niños discapacitados. Yolanda Alfonso dice que vivió la más estremecedora mientras trabajaba con un niño parapléjico de 11 años.
“Un día, después de algunos años de entrenamiento, lo dejamos solito en la plataforma de los delfines y ese niño por sí mismo se paró y caminó por primera vez en su vida”, recuerda con emoción Alfonso, primera mujer en convertirse en entrenadora de delfines en Cuba y pionera de las terapias en el Acuario.
(Con información de AFP)
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