Sophie Kasiki es una ciudadana francesa originaria del Congo que se unió al Estado Islámico en Siria junto a su hijo de 4 años, decisión de la que ahora se arrepiente profundamente. Kasiki vivió en Raqa, capital del grupo terrorista, lo que le supuso “un viaje al infierno”, relata ‘The Guardian’.
“Me he sentido tan culpable, me he preguntado cómo puedo vivir después de lo que hice al llevar a mi hijo a Siria“, admite al tiempo que afirma que se ha odiado a sí misma y a todos quienes la “manipularon”. La historia de Kasiki, recogida en el libro ‘Dans la Nuit de Daesh’ (‘En la noche del EI’), ha sido publicada por Robert Laffont Editions.
Nacida en la República Democrática del Congo, la mujer se mudó a vivir con su hermana a París cuando era pequeña. Kasiki decidió convertirse al islam cuando trabajaba como trabajadora social ayudando a familias inmigrantes. Entonces conoció a tres hombres musulmanes que en septiembre de 2014 marcharon a Siria, desde donde mantuvieron el contacto con Kasiki. “Yo creía que controlaba la situación, pero ahora me doy cuenta de que probablemente alguien los entrenó para que reclutaran a gente como yo”, se recoge en el libro.
En febrero de 2015 llegó a Raqa con su hijo pequeño y no encontró precisamente el paraíso que le prometían. A la Kasiki le quitaron el pasaporte y limitaron los contactos con su familia en Francia. Vivió en un apartamento abandonado.
Sin embargo, Kasiki aún recibía las cartas de su marido, que le rogaba que regresara. “Si trataba de irme, me habrían lapidado y matado”, como le advirtieron los líderes del Estado Islámico. “Estaba en una ciudad extranjera donde no conocía a nadie y tampoco conocía el idioma. Miré a mi hijo y me di cuenta de que había cometido un error monumental, el peor de mi vida. Supe entonces que tenía que ser fuerte y hacer todo lo posible para sacarlo de allí”, confiesa.
Poco después fue trasladada a una prisión donde conoció otras mujeres. Kasiki recuerda que le sorprendió el hecho de que vieran en los combatientes del EI personas poderosas. “En verdad, estas mujeres occidentales solo eran vientres para hacer los bebés del EI”, sostiene.
Finalmente tuvo la fortuna de escapar por una puerta que alguien olvidó cerrar con llave y regresar a Francia. Ahora no deja de preguntarse con arrepentimiento: “¿Cómo pude hacer esto en algún momento?”.
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