La joven promovió una campaña por Facebook para que durante un mes sus casi 5.000 seguidoras y amigas se autorregalaran un orgasmo cada día.
Pasó de empaparse de leyes y jurisdicciones propias de una carrera de Derecho a alimentarse de forma autodidacta de libros, fanzines y talleres sobre ginecología natural, autoconocimiento y sexualidad. Un aprendizaje que esta joven de 26 años decidió compartir con otras mujeres acompañándolas en el parto, la lactancia y las experiencias de recuperación del propio cuerpo.
Paula Acuña se autoetiqueta como “abortista, a favor de las mujeres que se comparten con mujeres, anti heteronorma, feminista, vegana y a favor de las relaciones libres. Conversa con El Ciudadano sobre feminismo, aborto, sexualidad y sobre su exitosa iniciativa: la campaña #UnoAlDía.
¿Cómo se te ocurrió impulsar esta campaña?
Empecé a meterme en el tema de la recuperación de los cuerpos a partir de mi experiencia como doula. Pero era un lugar que yo no he habitado porque no tengo hijos. Ahí empecé a cuestionarme otras cosas que tenían que ver más con mi contexto, como la masturbación.
Socialmente, está súper aceptado que la mujer no tenga orgasmos. Y esto no tiene por qué ser así. Me propuse reconectar con mi propio cuerpo, aceptarme, que no es fácil porque este sistema todo el día te dice que tu cuerpo está mal. Después me planteé trasladar el desafío a las otras mujeres a través de Facebook, que es mi herramienta de trabajo.
¿Qué repercusión tuvo la campaña?
Mucha. Las chiquillas que la iban siguiendo me mandaron mensajes contándome su experiencia. Una me escribió que recién en ese momento acababa de eyacular a chorros y que ni siquiera sabía que podía hacer eso. Me dijo algo muy bonito: que no sabía que podía ser la gestora de su propio placer, sin necesitar a su pololo. Y eso me marcó caleta.
Tenemos tan naturalizados los discursos patriarcales que no nos cuestionamos cosas como que una puede tener placer con una misma y que esto es político. Porque tú no puedes compartirte con otro hasta que no te compartas contigo misma primero. Y esto nunca te lo enseñan. Es todo un trabajo deconstruir ese discurso. Para mí es como comer bien, dormir bien, hacer ejercicio y tener una sexualidad activa y sana.
¿Buscabas normalizar la masturbación femenina?
Es que me di cuenta en los talleres –y todavía me sorprende– que la mayoría de las mujeres no saben cómo es el cuerpo que habitan. Hay toda una construcción social que nos hace no tener idea de lo que tenemos.
Cuando las niñas son chicas lo primero que se les dice es “eso no se toca”, “que nadie te lo toque”, “que nadie te lo mire”. La mayoría nunca se ha mirado la vulva, no sabe que vulva y vagina no son lo mismo, por ejemplo. Eso indica que hay mucho que trabajar.
En tus talleres de autoconocimiento has podido percibir cómo es la educación sexual en nuestro país. ¿Qué déficits tiene?
No tenemos ni siquiera un piso mínimo. La mayoría de mujeres no conoce su cuerpo, ni se ha masturbado nunca por un pensamiento todavía muy vinculado a esa idea de “Dios te está mirando”. No conocen cómo funciona su ciclo menstrual o cuando están ovulando. El redescubrirse, saber qué te gusta, qué no te gusta, cómo te gusta tocarte, genera un cambio en ti, un empoderamiento de cómo te paras frente a la vida.
En la primera sesión de mis talleres siempre explico que lo que estamos haciendo es feminismo, que el reconectar con el propio cuerpo es una actividad profundamente política. El otro gran tema del taller tiene que ver con cómo una mujer se para frente a otras mujeres. Hablamos de la sororidad, del amor entre mujeres que vivimos la misma opresión. Esta volada patriarcal de que nos tenemos envidia, o nos quitamos los pololos, es un invento del patriarcado. Ancestralmente las mujeres nos hemos juntado en círculos, apañándonos, en los partos, en los abortos, siempre hemos estado juntas y hemos dejado que esto nos lo robaran.
¿Este desconocimiento es igual en los hombres?
A ellos, el patriarcado les ha dicho que se supone que se conocen más, que saben de sexualidad. Pero la realidad es que no. De partida, por ejemplo, tener un orgasmo y eyacular no son sinónimos y la mayoría de los hombres cree que sí. No conocen cómo llegar al orgasmo sin eyacular, o todo el tema de la exploración anal, que está rodeado de homofobia, cuando en realidad al estimular la próstata pueden tener orgasmos muy superiores a los de pene. Pero no lo experimentan porque el patriarcado les dice que no se les mete nada por ningún lugar. Los hombres están igual de castrados que nosotras, sólo que por lo menos ellos se lo ven y así es un poco más fácil cuestionarse.
¿Qué opinas sobre el proyecto que despenaliza el aborto en tres causales que está aún pendiente de pasar a comisión mixta?
Creo que cada vez que el Estado se hace cargo de cosas tan íntimas como el proceso reproductivo y sexual de una mujer salen formas de entender la vida súper instauradas. Es muy brutal. Somos un país profundamente retrógrado, con la religión muy arraigada.
Por un lado, me parece un avance, pero también siento que hemos abortado siempre y lo seguiremos haciendo porque se ha logrado sostener desde las organizaciones de mujeres que acompañan a otras mujeres, desde la prohibición se ha levantado la alternativa. Es muy importante que esta alternativa no decaiga sólo porque se da un paso desde lo legal. Es un paso pero sigue siendo insignificante e insuficiente.
¿El feminismo sigue incomodando o es una lucha que, en general, se considera como “pasada de moda”?
Ahora ciertas organizaciones tienen su vocería de género, como si fuera una weá aparte. Y eso es no entender de lo que estamos hablando. ¿Por qué las organizaciones sociales no se reivindican a ellas mismas como feministas o antipatriarcales? Porque es más cómodo. El feminismo incomoda y a mí me cagó la vida porque me hace cuestionar todos los días mi forma de vivir. Cuando le pregunto a mi papá si le preparo once, me cuestiono que esto es súper patriarcal, machista e impuesto. Y me veo en esa.
El feminismo es una deconstrucción diaria, cotidiana, desde lo micro hasta lo macro, como las reivindicaciones por el aborto o los derechos sexuales y reproductivos. Pero empieza en tu casa, en tu cama. Por eso es tan criticado y tan difícil. Remueve los constructos de toda una sociedad.
¿Te consideras feminazi?
[Ríe]. Me parece un término de mierda, pero creo que también es muy político reapropiarse de las palabras, como reivindicarse torta, por ejemplo, y no lesbiana. Es una forma en la que nos han ofendido y denigrado, entonces una toma la palabra y la usa reivindicando el lugar de opresión. ¿Cuál es la comparación entre querer ser persona con derechos y oprimir a todo un pueblo?
Por Meritxell Freixas
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