sábado, 24 de septiembre de 2016

Nuevo “éxito” en Honduras después del golpe: ¿Fútbol con asesinos?

Respuesta Sonia Nazario: New ‘Success’ in Post-Coup Honduras: Soccer with Assassins?
unnamed
Al leer artículo de opinión de Sonia Nazario el 11 de agosto de 2016 en el New York Times, titulado: “Cómo el lugar más peligroso del mundo se ha vuelto más seguro: Los programas financiados por los Estados Unidos están ayudando a transformar Honduras. ¿Quién dice que el poder estadounidense ha muerto?” [1]
Me sentí muy indignada por la construcción [de Nazario] de una Honduras imaginaria, una que “es más segura” con los programas de asistencia de Estados Unidos, y sentí la necesidad de contextualizar el sector de la Rivera-Hernández dentro de San Pedro Sula, Honduras y la trivialidad de su seguridad.
En primer lugar, Nazario toma el sector de la Rivera-Hernández fuera de su contexto histórico -un contexto en el que las huellas de los Estados Unidos, muy difíciles de ocultar, están profundamente arraigadas a su apoyo del mal gobierno y con ello a la corrupción de Honduras.- Al contar los relatos que ella ha elegido de forma selectiva, que no alcanzan cubrir la gran la realidad dominante en que la región está sumergida por la corrupción y la violencia que prolifera a lo largo y ancho de todas las esferas del gobierno, lo que al final de cuentas permite el régimen del narcotráfico y pandillas.
El sector de la Rivera-Hernández es parte de la interminable expansión del cordón de miseria de la ciudad de San Pedro Sula, poblada por aquellos que no podían permitirse el lujo de vivir en la ciudad, después de haber emigrado del campo a la ciudad, y terminado en los barrios de sectores periféricos como éste, u otros como él.  Estos barrios alimentan la máquina maquiladora con mujeres jóvenes trabajadores para satisfacer las ventas de regreso a la escuela en los EE.UU., o las empacadoras de banano que suministran el desayuno de primera en el mundo.
Durante el huracán Mitch en 1998, en la Rivera-Hernández el agua alcanzó los tejados y muchas vidas fueron devastadas. Ahí, mi tío resistió el Mitch, que lo dejó con una enfermedad permanente de la piel y un profundo trauma después de haber perdido todo, incluso su casa. Mi prima también educó ahí en la escuela, y por muchos años pagó un impuesto de guerra a las pandillas, y los maestros han pagado “peajes” a los pandilleros para entrar y salir de la zona; la policía no hizo nada para evitar cualquiera de esas “transacciones comerciales” de las pandillas.
Al seleccionar sólo las mejores o más adecuadas historias bonitas de la Rivera Hernández, es como los políticos tradicionales escogen la cereza que está de acuerdo con ellos y eso hace la pieza de Nazario errar al afirmar que Honduras es “un poco más seguro” debido a los programas de asistencia de Estados Unidos, cuando todas las pruebas demuestran lo contrario. En general el país ha caído en un estado de anarquía e impunidad desde 2009, de hecho, en los periódicos locales todos los días hay noticias de asesinatos violentos en San Pedro Sula o Tegucigalpa. De acuerdo con los informes del Gobierno (Secretaría de Seguridad), de enero a julio, 917 personas fueron asesinadas. Una semana después de mi reciente visita a San Pedro Sula el mes de julio, cuatro mujeres transgénero fueron asesinadas, un organizador de la comunidad fue muerto, una mujer transexual huyó del país para escapar de las amenazas de muerte… todo ello a unas cuadras de distancia de donde me alojaba.
Encima de todo, esa misma semana la esposa del Presidente, fue citada diciendo que ella estaba enviando a su hija a los EE.UU. “de la manera regular no con un coyote”[2] (contrabandista de personas), dejando a la gran mayoría de los hondureños sentir que están viviendo en un universo paralelo donde el escape a los EE.UU. es más bien un deseo de muerte o una aventura. Claramente, esta élite hondureña, que representa el más alto cargo en la nación, simplemente no entiende el problema de la migración y los desafíos comunes y peligrosos que la mayoría de los potenciales migrantes o refugiados enfrentan en la obtención de visados y salvoconductos.
El artículo de Nazario no aborda las violaciones de los derechos humanos que plagan a Honduras, o los vínculos claros con los narcotraficantes de una amplia variedad de funcionarios del gobierno, que muchas veces hacen igualmente corrupto y barbárico cualquier negocio con ese gobierno putrefacto como pactar con las pandillas locales. Ella tampoco mencionó que para realmente detener la migración de hondureños a los EE.UU. se requieren cambios estructurales, junto con el regreso a sistemas democráticos participativos y prósperos, no controlados por la ayuda y vigilancia de Estados Unidos.
A pesar de la afirmación del embajador de Estados Unidos que el suministro de uniformes de fútbol y café para los funerales a través de grupos religiosos locales “no es caridad”, pero la contextualización de la Rivera-Hernández muestra eso, la caridad al estilo Estados Unidos, es decir, con una fuerte dosis de autointerés “americano”.  Estos programas de asistencia proporcionan “servicios” que no conducen a la transformación real, sino más bien a la dependencia; esta es la caridad y una forma perdurable de oportunismo político practicado por los EE.UU. en la región y en el mundo después de su participación en desacreditar las instituciones de gobierno democráticas y la “reconstrucción” de los gobiernos en su propia imagen.
Honduras es lo que es ahora, un país violento plagado por la corrupción política y económica, debido a la política exterior de Estados Unidos, y en gran medida a la “virtud” de Hillary Clinton durante el golpe de Estado de 2009, y que encima de todo estimuló las vociferaciones inhumanas para deportar a los niños de América Central en la frontera.
Este artículo de Nazario trata de limpiar el involucramiento mortal de los EE.UU. en Honduras y la región, queriendo así borra efectivamente la historia. Los hondureños no necesitan más intervención de EE.UU., tienen que tener la libertad de elegir a un gobierno progresista, donde se escuchen las voces de los ciudadanos y que ellos se sientan parte del futuro y la ruta de su nación. En este momento, los ciudadanos hondureños están huyendo de una vida de inestabilidad generada por el golpe de Estado de 2009, y las políticas neoliberales impulsadas por el régimen de Juan Orlando Hernández. Mientras Nazario promueve pequeños programas caritativos como modelos de éxito que se necesitan en mayor número y alcance, la realidad es que Honduras seguirá con la misma violencia, a menos que haya una purga de funcionarios públicos corruptos, empezando por policías y militares contagiados y viciados.
Mientras que los funcionarios del ICE de Estados Unidos están viendo una disminución en los cruces fronterizos de Centroamericanos, ellos mismos reconocen que los números siguen siendo altos,[3] con 28,808 deportaciones este año.[4]  No es porque los pequeños programas de caridad en Honduras están funcionando, que los números han disminuido, sino más bien debido a una mayor vigilancia policial y las detenciones en México, que está dando lugar a la desviación de los niños antes de que lleguen a los EE.UU. Los Estados Unidos están proporcionando fondos para que el gobierno mexicano deporte a los centroamericanos que cruzan la frontera, aunándose a ello el peligroso viaje a través de México, que se ha vuelto aún más costoso ya que las autoridades migratorias de México también se dedican a la explotación de menores. De hecho, las deportaciones de centroamericanos desde México aumentaron drásticamente a 118,000 de enero a septiembre de 2015. [5]
La migración de Honduras a los EE.UU. comenzó ya en la vuelta del siglo 20, alcanzando su máxima expresión después del huracán Mitch en 1998 y de las políticas neoliberales de los años 90 y principios de 2000. Pero su migración alcanzó niveles agudas posteriores al 2009. Los datos del Observatorio de la Violencia de la UNAH[6] muestra que en 2011, 2 años después del golpe de Estado, fueron los años más violentos en la historia. La escalada de violencia y la corrupción local llevó la migración forzada de las mujeres y los niños hasta la frontera entre Estados Unidos y México. El análisis sesgado de Nazario sobre los programas de asistencia de Estados Unidos a las iglesias, son los que están en alineados con la retórica de Juan Orlando Hernández, y más bien parece como un intento de validar la función del departamento de Estado de Estados Unidos en la desestabilización del país desde 2009.
Entre 2009 y 2013, después del golpe de estado que derrocó al presidente elegido democráticamente, el país se ha visto envuelto en escándalos de corrupción cada vez más profundos que conducen a los pasillos presidenciales y la escalada de flagrantes violaciones a los derechos humanos. En 2013, cuando Juan Orlando Hernández -un defensor de las políticas neoliberales en línea con las empresas transaccionales estadounidenses- se impuso en su camino hacia la presidencia, no por el voto popular, sino por el fraude, con lo que las violaciones de los derechos humanos aumentaron al igual que la violencia local en general, debido que dio vía al poder policial, asimismo a la policía y otras fuerzas militares en toda la región. El primer acto de Juan Orlando Hernández en el cargo fue la instalación de la policía militar, animado por la Embajada de Estados Unidos, que sólo sirvió para envalentonar a los abusos policiales y que aumentaron más violaciones de los derechos civiles y humanos en todo el país. En 2013, hubo un aumento de la violencia a un máximo de 90.4 por cada 100,000 personas, el más alto del mundo.[7]  Con el fin de mejorar su imagen, el régimen de Juan Orlando Hernández ajustó en 2013 cómo los actos violentos debían ser reportados al Observatorio de la Violencia de la UNAH, los cuales ya no proporcionaban los datos en bruto de cada comisaría de policía, lo que cambiaron con un informe centralizado de la Policía Nacional en Tegucigalpa, la capital, que “resume” todas las muertes violentas del país al mes, un informe que a menudo se entrega tarde. Ahora, en lugar de tener estudiosos capacitados para descifrar los datos en bruto según lo informado por precinto, los datos se presentan por una agencia central de policía, con procesos obscuros y de poca confianza y credibilidad. Ensombreciendo los datos en bruto que sin duda los estudiosos pudieron analizar y generar números más acertados, de nuevo se enturbia la realidad. El informes de Nazario de que la violencia se redujo a 62 por ciento pueden ser un reflejo de la manipulación de esos números.
Honduras tiene un problema claro y bien conocido con la investigación y el enjuiciamiento de crímenes, incluyendo homicidios y sobre todo los incidentes por motivos políticos. Por otra parte, en el mejor caso la policía carece de formación en evaluación y notificación de las escenas del crimen. En el peor caso, la policía ha sido conocida por violar los reglamentos de aplicación de la ley y procedimientos, por ejemplo han manipulado escenas del crimen en sí y con muchos problemas reportados, como vimos en la escena del crimen de Berta Cáceres, y también las declaraciones incorrectas de cómo las escenas son catalogados y documentadas.  En última instancia, la policía corrupta y la policía militar deben ser purgados de la fuerza. Esto no está sucediendo, dejando a los ciudadanos y defensores de los derechos humanos en peligro.
Para el caso cuando trabajaba en estrecha colaboración con un hombre activista transgénero en San Pedro Sula, sólo me trajo a la memoria la precaria situación que todos los días enfrentan los activistas sociales y organizadores. El activista ,me explicó que no podía denunciar toda la violencia diaria sin que la mismo tiempo su vida esté en peligro. A veces es mejor simplemente trabajar en estrecha colaboración con las unidades de investigación hasta que algo se pueda hacer, pero a menudo los casos siguen estancados. Él habla de su experiencia por la pérdida de miembros de su organización, algunos asesinados y otros que huyen y solicitan asilo por sus vidas.
En 2015 surgió evidencia de corrupción que comprometía a la oficina de Juan Orlando Hernández y su partido, el Partido Nacionalista, por el robo de más de 90 millones de dólares de la Administración de Seguridad Social, y pese a las protestas, él se mantuvo en el cargo sin ninguna investigación o enjuiciamiento oficiales. En lugar de ello, Hernández ha establecido un impuesto “obscuro” de seguridad  a los ciudadanos, del que no está obligado a informar a la gente cómo se implementan y utilizan esos fondos. Honduras no es más seguro. Es más bien una cortina de humo para permitirle continuar beneficiándose de la ayuda estadounidense, principalmente militar. Es terrible que Nazario esté echando porras a este gobierno asesino y corrupto.
Recientemente, estudiosos de Centroamérica analizan el discurso de dos caras de la campaña de Hillary Clinton sobre la cuestión del asilo a los refugiados centroamericanos, muchos de ellos niños, mujeres y personas LGBTI. [8]  La frustración de estos estudiosos hace eco en toda América Latina, como la mayoría de los expertos y los estudiosos están de acuerdo en que los niños están huyendo de la violencia y la inseguridad económica y merecen refugio y asilo. No están mintiendo acerca de la violencia y la inseguridad económica que enfrentan. De hecho, las personas están siendo detenidos en México, enfrentando condiciones inhumanas de detención, para luego ser echados de regreso a la frontera con Honduras. Sólo para volver a intentarlo.
El artículo de Nazario proporciona un argumento neoliberal de un tibio apoyo, nada novedoso y de simple caridad, que deja de lado los cambios estructurales más profundos y necesarios en Honduras. Si bien es encomendable y sin duda impactante que un líder Bautista de la comunidad esté trabajando en el campo de mejorar la misma, lo que no es una panacea para los grandes problemas, mucho menos un modelo integral para replicar en todo el país. Por último, la escabrosa, simplista y cuasi pornográfica forma de la brutalidad y violencia que describe Nazario al escribir, “pandilleros jugando al fútbol con la cabeza decapitada de alguien que han ejecutado”; o “un juego entre el equipo de Casa de la Esperanza y él de asesinos -20 sicarios o asesinos…” que supuestamente agotará a los pandilleros “por lo que ellos no van a matar a nadie esa noche” o no tendrán un cuerpo descuartizado en una cesta de bicicleta”; o que no harán “la violación de una joven durante varios días … y que grita mientras la destazan hasta la muerte, mientras su sangre se restriega del suelo”- Estas son historias problemáticas ya que son escritas en detalles tan gráficos sólo para lograr el máximo efecto, “propagandístico, alarmar”.  Ello da una pinta de que los hondureños son víctimas desesperadas y patéticamente deshumanizadas. A pesar de que Nazario escribe de una Honduras más segura, sólo se alimenta de la sangre y el terror que los hondureños y centroamericanos han conocido demasiado bien.
Los lectores son manipulados o conducidos a la fijación y fascinación de este tipo de violencia.  Peor aún, cuando ella dice “¡Miren!” que es mejor ahora… pero a la vez indica “Ve hacia otro lado, no hay nada que ver aquí-todo está mejor.”
Ese es exactamente el mensaje equivocado y contradictorio en el asunto. Alerto así a que ella y todos nosotros demos una mirada más profunda a dicha normalización de la violencia, a esa condición inherente del neoliberalismo y su violenta guerra de baja intensidad, lo que requiere un cambio real y fundamental. La violencia en Honduras no es insignificante; no se forra ni envuelve con los valores fantasmagóricos y su contra choque con el primer mundo, ni tampoco es cosa del pasado. El cambio que la gente necesita no se logra viendo una película de Disney en la esquina del barrio, ni jugando al futbol con “homicidas y asesinos”.
Suyapa Portillo
Pitzer College
[6] Universidad Nacional Autónoma de Honduras

0 comentarios:

Publicar un comentario