Nadie puede acusar a Google de “chavista”. Tampoco de “neutral”. Pudiéramos decir que por las filiaciones de las empresas de servicios en la web con el Pentágono, el Departamento de Estado y la Casa Blanca, son más bien opuestas a la Revolución Bolivariana. Tomamos una de sus herramientas, el Google Trends, para ver la correlación entre tres conceptos: fascismo, protestas y violencia en las búsquedas de Venezuela los últimos 5 años.
La primera coincidencia de crecimientos en las búsquedas de estos tres conceptos lo encontramos la semana del 14 al 20 de abril de 2013 cuando se efectuaron las elecciones presidenciales de ese año. Henrique Capriles, derrotado en el sufragio, desconoció los resultados y convocó a sus seguidores a salir a las calles y “descargar la arrechera” (ira). Fueron asesinadas 11 personas, todas chavistas, entre ellas dos niños.
La segunda la encontramos en febrero de 2014, cuando la oposición venezolana emprendió acciones terroristas y paramilitares conocidas como “La Salida”. Convocaron a la población a levantar barricadas, la mayoría con fuego, hasta que “logremos sacar a los que nos están gobernando” (palabras textuales de Leopoldo López el 12 de febrero de 2014). Las acciones insurreccionales contemplaron la actuación de grupos armados durante varios meses. Fallecieron 43 personas y 875 resultaron lesionadas, según cifras del Ministerio Público.
Se observan nuevamente fluctuaciones entre los tres conceptos a partir de abril de 2017. Redujimos el período temporal de búsquedas archivadas, para poder observar con mayor detenimiento esas variaciones. En 2017, se hace evidente la reserva para identificar a las protestas con la ideología fascista. Dicha categoría está siendo solapada por la incursión de un nuevo término: el terrorismo.
Quisimos entonces profundizar en las búsquedas venezolanas alternando sólo a factores que habíamos considerado inicialmente como calificadores y no como conceptos matrices. Las búsquedas web sobre terrorismo, guarimba y fascismo, los últimos tres meses, guardan una notoria sincronía.
Los escépticos alegarán que el terrorismo, la guarimba y el fascismo son conceptos que han sido vinculados entre sí por el chavismo.
Desde hace meses vengo haciendo seguimiento desde la versión gratuita de un monitor web que registra incidentes de terrorismo a nivel mundial basado en distintas fuentes de información. Desde el inicio de las protestas, el Global Incident Map ha señalado alertas sobre nuestro territorio. Dos hechos han generado variaciones en los estudios recientes desde ese portal: el ataque terrorista efectuado por Oscar Pérez y la incineración de varias toneladas de alimentos en Anzoátegui.
Más allá de lo que digan los medios, existe una reflexión social que es real, pero invisibilizada en los debates públicos y comunicacionales, porque el objetivo es la alienación de nuestra sociedad en la violencia.
Podrán alegar los que reprodujeron el mensaje del terrorista en sus redes sociales que fueron retribuidos en sus cámaras de eco con expresiones como “Me gusta” y “Corazones” del Instagram, pero en el mundo real disparar y atacar con granadas desde un helicóptero a civiles es un acto terrorista.
Conflicto y violencia: admitido por los propios dueños
Las protestas opositoras han sido reconocidas como “conflictivas” y “violentas” por su principal auspiciante: Estados Unidos.
El día 10 de julio, la embajada norteamericana publicó un comunicado en el que advertía de la violencia frecuente en los llamados trancazos. Sugería a sus ciudadanos mantenerse a distancia de los bloqueos de vías y manifestaciones porque -con frecuencia- degeneran en actos violentos.
Reeditó los mismos conceptos el día domingo cuando emitió otro comunicado en el que instaba a sus ciudadanos en Venezuela a tener en la alacena comida para dos o tres días y agua. Y ellos deben estar muy claros de los planes considerando que el mismísimo jefe de la CIA, en el foro de seguridad de Aspen, reconoció que sus agentes están trabajando en Venezuela, en alianza con los gobiernos de México y Colombia.
El día que el sitio web de la diplomacia estadounidense emitió su primer comunicado, un grupo opositor detonó un artefacto explosivo en Altamira provocando severas heridas en un grupo de Guardias Nacionales Bolivarianos.
Diez días después, la oposición convocó a un paro que derivó en varios episodios de confrontación entre opositores debido a que el mismo fue impuesto por coacción a la población. El video de una mujer que se indigna ante el secuestro para revestir de éxito a la acción política se viralizó.
Otra mujer resultó lesionada al intentar limpiar una barricada que impedía el tránsito en su urbanización en el estado Carabobo. Una fuerte discusión se generó entre los opositores de la comunidad. Dos mujeres jóvenes concluyen el video diciendo una “yo no voto por esta vaina”, a lo que la otra responde “¿qué más dictadura que esto?”, haciendo referencia a los bloqueos.
El periodismo fue blanco de agresiones durante el paro. El partido Primero Justicia, uno de los promotores del secuestro, tuiteó con la etiqueta “Dejen pasar a los periodistas”: curiosa protesta contra sus manifestantes.
Ese día nuestro canal (VTV) fue atacado sin considerar que en las instalaciones se encuentra un centro de educación inicial. Uno de los lesionados fue Winston Delgado, jefe de planta del canal privado Globovisión, de tendencia opositora. Fue rescatado por funcionarios de la GNB y trabajadores de VTV.
Miembros de la llamada “resistencia” se exhibieron con armas largas. Al ocaso de la jornada en Venezuela se lloraba a dos víctimas fatales.
Sin embargo, la prensa no condena la violencia: por el contrario, la glorifica. La estructura discursiva de los medios tradicionales y todo el andamiaje de distribución de información para el consumo masivo y la cultura que desarrollan para el promedio de la población se ha esmerado en convertir a la violencia política en una moda, es decir, darle glamour al odio de clase.
Un estudio de L. Rowell Huesman titulado “El impacto de la violencia en los medios electrónicos: teoría científica e investigación” confirma que la exposición de imágenes violentas en los nuevos medios, así como en los tradicionales, inciden en comportamientos violentos a corto y largo plazo. Es evidente que la situación se agrava cuando los medios ensalzan la violencia.
Citamos a red58.org: “En este ambiente de guerra psicológica surgen los grupos de exterminio, a la vista de todos, con la activa legitimación de los dirigentes de oposición y las transnacionales mediáticas”.
La naturalización de la violencia en Venezuela ha pasado también por limpiarle de componentes ideológicos al fascismo y por revestir de heroicidad el terrorismo. El márketing exige que se otorguen virtudes al producto que vas a colocar en el mercado: la “resistencia” es, hoy, una mercancía que se subasta en dólares.
No conforme con la inversión de algunos sectores de la oligarquía nacional, de las instituciones internacionales, y los dólares de los contribuyentes estadounidenses que se donan a estos grupos armados, la violencia opositora incursiona como producto de “conciencia” en las plataformas de “micromecenazgo” o crowdfunding, según una investigación difundida por Misión Verdad.
Hay experiencias muy precarias como la petición “Venezuela: La Hora Cero” en el sitio web Go Fund Me, en el que solicitan dinero para blindar de insumos a los grupos de choque. Tal vez, expresiones más francas, obtienen mejores resultados. La petición “Abraza a Nuestros Héroes Venezolanos”, que busca fondos para gastos clínicos y “para la cobertura periodística” ha recolectado más de 10 mil dólares.
Misión Verdad alerta que estas estrategias son un “mecanismo de intervención indirecta y el blanqueo de dinero” que tiene como intención “armar un ejército irregular, soporte de la llamada ‘Hora Cero’ que tanto anuncia la MUD en su desespero interno y presión internacional por concretar un golpe de Estado contra el chavismo”.
Mientras a los militantes de oposición en Venezuela los hacen pactar con prácticas violentas y propias del fascismo, otros, en el exterior están incursionando en el lucrativo negocio de la guerra.
(Tomado de Misión Verdad)
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