Antes su pelo era muy rubio, pero hoy ya es francamente blanco. Durante más de 400 días ha estado confinado en la embajada de Ecuador en Londres, vigilado por policías civiles y de uniforme que merodean la sede diplomática; pero también de amigos muy fieles que le ayudan a soportar el encierro. No existe contra Julian Assange ninguna acusación formal todavía, pero su cabeza vale oro para la rabia de los imperios.
Su único espacio de libertad sigue siendo Internet. A través de la red, con la gran red, mantiene vivo el proyecto Wikileaks desde donde se ha sometido al escrutinio público a muchos gobiernos y se han puesto en evidencia las prácticas asesinas, los homicidios colaterales, que el ejército de Estados Unidos ha cometido en Afganistán y en Iraq.
Cientos de miles de documentos revelados han ido componiendo estos archivos abiertos de la historia, también la historia más reciente, que Wikileaks comparte. Todo gracias a las “infidencias” de personas como Bradley (Chelsea) Manning o Edward Snowden sobre quienes ha caído también la furia de la bestia asaeteada.
Internet le permitió a Assange “volar” este 26 de septiembre hasta La Habana, burlar la vigilancia, los controles, el espionaje, y entrar como invitado principal en un diálogo con periodistas, blogueros y jóvenes estudiantes de Periodismo, que terminaron, como siempre, sentados en el piso, tuiteando.
Sobre una pantalla se proyectó a las 12 en punto su imagen. Skype hizo posible una conexión en tiempo real que trajo desde Londres su voz y le dio corporeidad visual a un ícono más bien remoto que los mass media han querido convertir en una especie de ilusión hollywoodesca.
Cuando al fin apareció este hombre global llevaba sobre su pecho an amazing yellow ribbon, que definió el curso de todo el intercambio.
Un lazo que resultaba ser una especie simbólica de fe de vida: sigo aquí, sigo dando batalla –quería decir–, y estoy enterado de lo que ustedes desean obtener con este lazo. Fue su mejor manera de decir “buenas tardes” a ese pequeño grupo de cubanos que lo ovacionó como a una celebrity, y lo admiró como a un héroe.
Assange identificó el bloqueo contra Cuba con el bloqueo que se ejerce contra Wikileaks; comparó su encierro con el de los cinco cubanos que penetraron organizaciones terroristas de La Florida y fueron sometidos por eso a juicios políticos y condenas desproporcionadas. Cuatro de ellos todavía sufren el castigo sádico en Estados Unidos.
En el pequeño salón donde la virtualidad permitió el contacto con Assange, un gran periodista mexicano había hecho el oficio de puente para conseguir un tráfico de solidaridades intenso.
Pedro Miguel, de La Jornada, quien fuera el contacto que Wikileaks eligió para detonar el cablegate mexicano, hizo un cierre magnífico, agradeciendo a “Julian” y a los presentes a quienes destacó por su pasión periodística y su habilidad tecnológica. “Nos hubiera gustado ser cientos o miles pero las limitaciones técnicas, en parte debidas al bloqueo, nos lo han impedido. Lo que nos has hablado se quedará en el corazón y en el cerebro de estas personas”, dijo.
Estallaron las risas cuando Pedro Miguel le ofreció un agradecimiento muy especial a Barack Obama…, “que sabemos que nos está escuchando”, por no interrumpir.
“Por supuesto que no vas a ir a jucio en Estados Unidos, le aseguró Pedro Miguel a Assange, porque hay sociedades que están respaldando la causa de Wikileaks y la tuya. Espero que pronto puedas tomar un avión desde Quito hasta La Habana porque tenemos que bebernos un trago en esta ciudad maravillosa.”
(Tomado de Progreso Semanal)
0 comentarios:
Publicar un comentario