[Las reivindicaciones de los trabajadores y las trabajadoras del sexo se consideran a menudo como una simple defensa de la libertad de disponer de su cuerpo; sus adversarios las describen fundamentalmente como liberales que desearían relegitimar la prostitución como actividad económica. Contra esta posición, Thierry Schaffauser, en Les luttes des putes propone una puesta al día del sentido de la lucha de las trabajadoras y trabajadores del sexo resituándolas en la herencia de las luchas de emancipación (feministas y proletarias). Clyde Plumauzille comenta las aportaciones de esta propuesta.]
Les luttes des putes (La Fabrique, Paris, 2014 ), el título de la obra de Thierry Schaffause suena como un puñetazo. Reflexión sobre la cuestión puta, para las putas y para todas las trabajadoras y los trabajadores, pobres y excluidas y excluidos, es el manifiesto de la lucha por la emancipación que promueve el sindicato autogestionado del Trabajo Sexual (STRASS) y cuyo autor es uno de los miembros fundadores/1. “Maricón”, “drogadicto” y “trabajador del sexo”, la misma presentación de Thierry Schaffauser en la contraportada es un acto militante, voluntariamente provocador e interesado en reapropiarse de los estigmas en los que se basa la experiencia minoritaria. Sobre todo, destaca el itinerario político y activista del autor y la importancia de las asociaciones de salud comunitaria, nacidas de la lucha contra el sida, en la aparición de un movimiento organizado de trabajadoras y trabajadores del sexo. Antes de la creación de STRASS, en las Asambleas de la Prostitución en 2009, Thierry Schaffauser dio sus primeros pasos en Act Up-Paris (Asociación militante de lucha contra el sida. NT) en el 2000, de allí pasó a formar el grupo Les Putes en 2003 al lado de Maîtresse Nikita, con quien organizó el primer Pute Pride (Jornada del Orgullo Puta. NT). A este respecto, Les luttes des putes supone un jalón en la reflexión emprendida por las trabajadoras y los trabajadores del sexo activistas, “una elaboración colectiva que está todavía en su primera etapa” (p. 9), mientras que desde mediados de la década de los 70 del siglo pasado las movilizaciones de los grupos precarios y minoritarios renuevan la gramática de los movimientos sociales de la democracia protestataria /2. A escala más reducida, la obra participa igualmente en el debate público sobre la prostitución reavivado por la petición de penalización a los clientes defendida por el gobierno socialista de François Hollande, que desea ver desparecer la prostitución /3. El refuerzo de la lucha contra el “sistema proxeneta” y la voluntad de los poderes públicos de penalizar a quienes recurren a la prostitución, ha puesto bajo los focos desde finales de 2011 a las prostitutas, pero excluyéndolas del debate, aun siendo las personas principalmente afectadas (p. 181). A cuenta de ese discurso abolicionista ampliamente mayoritario en el espacio público y mediático en Francia /4, Les luttes des putes apoya el combate de STRASS a favor del reconocimiento del trabajo sexual como trabajo y, al mismo tiempo, de la palabra de las prostitutas y de su capacidad de representarse y de emanciparse.
Pensar la dominación
El plan de la obra explica a través de un tríptico los retos para llevar adelante este combate. Las luchas de las putas son y deben ser aprehendidas como una “lucha contra la opresión” (capítulo I),“una lucha feminista” (capítulo II) y una “lucha sindical” (capítulo III). Estas tres luchas se unen y se articulan, lo cual explica que los ejes programáticos propuestos en los diferentes capítulos, entren en resonancia unos con otros y a veces se repitan.
Sin embargo, la reflexión es clara: se trata de ir de la reapropiación del “estigma de puta” a la organización de los trabajadores y las trabajadoras del sexo, especialmente del STRASS, pasando por la propuesta de una nueva perspectiva feminista de la prostitución. Obra militante, fruto de una iniciativa tanto individual como colectiva en el seno de los movimientos de las personas trabajadoras del sexo, Les luttes des putes, quiere proponer una nueva política sexual en la intersección de “dos tradiciones de la política de emancipación: el movimiento feminista y el movimiento obrero” (p. 8) destinada a “proletarios y proletarias de la sexualidad” que se encuentran en el mercado laboral del sexo.
Pensamiento sobre la dominación y reflexión comprometida, el libro se desenvuelve en un vaivén entre testimonios de trabajadoras y trabajadores del sexo, encuestas sobre el terreno, saberes generados en los movimientos sociales, propuestas teóricas y formulación de desafíos políticos /5. Este desplazamiento del relato y del análisis permite hacer de la prostitución algo diferente a un objeto de debate y de posturas morales, y contemplarla en su complejidad desde diversos puntos de vista. La desigual recepción entre la comunidad de las prostitutas del término trabajador o trabajadora del sexo ilustra bien el enfoque del autor.
“Una prostituta me explicó un día que no le gustaba el término ’trabajadora del sexo’ porque ’eso hace demasiado Arlette Laguiller’ (dirigente trotskista francesa. NT). Un comentario insignificante, más aún aislado, pero que me parece interesante pues esta persona tenía una visión artesanal de su trabajo, por otra parte se definía como una tradicional y prefería dar una imagen más popular y más agradable al oído. Sin duda, la idea de ’trabajador o trabajadora del sexo’ parecía sobre todo una herramienta política, cuyo interés ella no veía en su vida cotidiana” . (p. 21)
Las reticencias expuestas aquí por una prostituta llamada “tradicional” en contra de un vocablo político y sindical, muestran experiencias heterogéneas y a veces conflictivas de la prostitución entre quienes la practican. “Eso hace demasiado Arlette Laguiller”: mediante esta simple expresión se revela la carga subversiva que conlleva la unión de la noción de trabajadora o trabajador con sexo, que convierte a las prostitutas en miembros de pleno derecho de la clase proletaria, susceptibles por ello de insertarse en la tradición de insubordinación y de reivindicación obrera /6. Fórmula propia de los saberes militantes, este relato articula el campo de los saberes con el del saber-hacer y el de la resistencia. La obra se apoya en una visión crítica de las ciencias humanas y sociales que intentan comprender tanto lo que mantiene el orden social como lo que permite desestabilizarlo /7. El recurso a los trabajos realizados por las “investigadoras aliadas de las prostitutas” (p. 14) –Gail Pheterson, Paola Tabet, Silvia Federici o incluso Pascale Molinier–, las aportaciones del marxismo, del feminismo materialista o incluso del pensamiento queer, indican la diversidad de las fuentes de la reflexión en las que bebe el STRASS para elaborar su saber militante /8. Thierry Schaffauser utiliza también el concepto de “continuum de los intercambios económico-sexuales” /9 forjado por la antropóloga Paola Talbet, no solo para destacar la imbricación recurrente entre relaciones económicas y relaciones afectivas que recorre las dinámicas sociales y sexuales más allá de la prostitución, sino también para llamar a reflexionar sobre qué condiciones pueden hacer posible que “esta economía sexual sea lo más igualitaria posible”. (p. 137)
El trabajo sexual es trabajo
En la perspectiva de una economía sexual lo más igualitaria posible, Thierry Schaffauser, se toma en serio la afirmación según la cual “¡ Sex work is work!” (¡El trabajo sexual es trabajo!) y hace de este eslogan el punto de partida de su demostración. En la estela del feminismo materialista y del feminismo de los cuidados, Les luttes des putes insiste en la necesidad de calificar la prostitución como un trabajo y traza el paralelismo entre el trabajo doméstico y el trabajo sexual. La noción de sex work fue elaborada por Carol Leigh en 1978 cuando asistía a un taller denominado “Industria de la explotación del sexo”, durante la Conferencia Women Against Violence in Pornography and Media en San Francisco. Thierry Schaffauser la cita:
“¿Cómo podía sentarme con estas mujeres como una igual si ellas me cosificaban así, me describían como una cosa que solo se hace explotar, negando por eso mismo mi papel de sujeto y de agente en esta transacción? Al comienzo del taller sugerí que se cambiara el título para hablar más bien de la industria del ’trabajo del sexo’, porque esto describía lo que las mujeres hacían en ella” . (p.18) /10
Si esta noción tiene como primer objetivo desestigmatizar la prostitución y abrir un nuevo espacio de reivindicación para las prostitutas, la afirmación del sexo como trabajo permite así mismo, desestabilizar las dicotomías –naturaleza versus cultura , trabajo versus familia, público versus privado– que organizan las relaciones entre los sexos y las sexualidades /11. Al considerar el trabajo sexual como “una de las formas del trabajo invisible y juzgado como improductivo, requerido a las mujeres para contribuir a la reproducción social del (verdadero) trabajo” (p.139), feministas y trabajadoras y trabajadores del sexo activistas desnaturalizan la sexualidad y visibilizan las tareas específicas asignadas a las mujeres en el seno de la división sexual del trabajo. Ahora bien, la política de “excepción sexual” que organiza los marcos de reflexión contemporánea sobre la sexualidad en Francia y más ampliamente en el mundo occidental, descansa en la idea de que la sexualidad constituye una especie de último bastión de un don no sujeto a la economía /12. Al igual que la excepción cultural, la sexualidad debe ser, según la repetida frase abolicionista, excluida de la lógica del mercado, de ahí la virulencia de las polémicas alrededor de la prostitución. Las trabajadoras y trabajadores del sexo, monetarizando explícitamente el intercambio sexual, hacen visible que realizan un trabajo y “de esta forma dan poder a otras mujeres que, en la esfera privada, sufren presiones para estar a disposición sexual de los hombres sin obtener ningún beneficio personal” (p.115). Se trata de deshacer la ilusión de la gratuidad de las relaciones sexuales pero también de que la monetarización del cuerpo no es monopolio de la prostitución. Frente al al principio moral que quisiera que el cuerpo no sea una mercancía, Thierry Schaffauser adopta una perspectiva marxista destacando que para la mayor parte de los trabajadores, el trabajo es, de hecho, una explotación de su cuerpo: el proletario alquila sus brazos para trabajar. Reinscribiendo la prostitución en el campo del trabajo, Les luttes des putes, invita a volver a plantear los términos del debate y a reflexionar desde el uso del cuerpo en el trabajo sexual en particular, al uso del cuerpo en el trabajo en general. No obstante, sin hacer del trabajo sexual un “trabajo como los otros”, el autor quiere ver porque el trabajo sexual perturba al capitalismo y al patriarcado.
Thierry Schaffauser insiste especialmente sobre el potencial subversivo de pensar el trabajo sexual en nuestras sociedades contemporáneas marcadas por la llegada de un “capitalismo emocional” que se apoya en la mercantilización de las emociones y por el desarrollo de la industria del entretenimiento para adultos /13. En este punto, cita un amplio extracto del artículo de Sandra Laugier, Pascale Molinier, Frédéric Bisson y Anne Querien, ”Prenons soins des putes”, aparecido en 2012 en la revistaMultitudes (p.140) /14. Al describir el trabajo sexual como un trabajo de cuidados que responde no solo a necesidades sexuales insatisfechas, sino también a necesidades afectivas e interpersonales, las autoras y autores explican que la estigmatización y la invisibilización actual del trabajo de prostitución permite ocultar la dependencia de los hombres del trabajo de apoyo, emocional, sexual y de cuidados de las mujeres. El reconocimiento del trabajo del sexo “desvelando su carácter de cuidados, colabora en la deconstrucción del mito de la virilidad” /15, una virilidad que necesita el trabajo secreto y discreto de las mujeres para afrontar el reto siempre más exigente del rendimiento profesional, social y sexual. De esta forma, pensar la prostitución como trabajo sexual puede permitir en cierta medida deconstruir el patriarcado. Lo mismo sucede con la heterosexualidad normativa. Thierry Schaffauser recurre especialmente a las encuestas de la investigadora feminista Eva Pendleton entre las trabajadoras del sexo heterosexual y cita una de las entrevistas donde se explica en qué el trabajo sexual “queeriza” la heterosexualidad:
“En una entrevista, Monica dijo que su experiencia de trabajo le hace menos susceptible de soportar la escena de drag hetero: ’Cuando voy al club y un tío intenta levantarme, le miro y pienso, ¿Por qué tendría incluso que hablarte? ¿Por que escuchar tus historias y qué haces en la vida? Me da igual. Ni siquiera me pagas’ Porque ahora que se hace pagar por representar la heterosexualidad, es decir, desempeñar el papel de la disponibilidad sexual y de la receptividad femenina, está menos deseosa de representar ese papel gratuitamente. No pretende no tener ningún interés sexual por los hombres sino más bien rechaza la institución de la heterosexualidad obligatoria, donde las mujeres educadamente deben tolerar y responder a las proposiciones sexuales masculinas, que ella rechaza” (p.144) /16
De esta manera, el trabajo sexual puede ser un espacio de toma de conciencia del modelo androcéntrico de la vida sexual y permite deshacer los juegos de seducción obligatoria para redefinir su relación con el deseo y los placeres. Volviendo a la campaña Wages for Housework (Salario para el trabajo doméstico) en la década de 1970, Thierry Schaffauser recurre al testimonio de Silvia Federici, teórica y militante marxista que estaba en el origen del movimiento, para establecer un paralelismo entre este último y las reivindicaciones de emancipación sexual defendidas por el STRASS: “Queremos llamar trabajo a lo que es trabajo para que finalmente podamos redescubrir qué es el amor y crear nuestra sexualidad” /17 .
La creación de un nuevo sujeto político feminista y anticapitalista
“Llamar trabajo a lo que es trabajo” ayuda a la formalización de una conciencia política, de una conciencia feminista y de una conciencia de clase. De ahí deriva la fórmula sindical autogestionada adoptada por el STRASS que, en su lucha por el reconocimiento del trabajo sexual, pretende defender los intereses colectivos, profesionales y morales de las trabajadoras y trabajadores. En el centro del saber militante desplegado por el sindicato, se encuentran un enfoque de afirmación minoritaria (p. 125) y un combate por la cualificación de la prostitución que aspira a crear un nuevo sujeto político feminista y anticapitalista: “Nosotras, putas” (p. 7) dos palabras que desde la primera página de la obra de Thierry Schaffauser, demuestran la importancia que tiene para los trabajadores y trabajadoras del sexo enunciarse como sujeto, objetivar su existencia en un sistema normativo dominante que les estigmatiza y resistir los “juicios sociales” a menudo psicologizantes o criminalizadores con los que les caracterizan /18.
Ni víctimas, ni inadaptados o inadaptadas, ni culpables, los trabajadores y las trabajadoras del sexo luchan por una nueva subjetividad “una ampliación de las posibilidades de ser uno o una misma” (p. 143). Así su poder de actuar pasa por “poder nombrarse”, que se inscribe en el campo reivindicativo del orgullo identitario impulsado por los movimientos LGBT desde finales de la década de 1960. Siguiendo el modelo de cambio del estigma, la expresión “Nosotras, putas”, transforma el insulto en motivo de orgullo. Es el punto de partida de la reapropiación de una historia contra los relatos mitologizados del “oficio más viejo del mundo”:
“Oficialmente, las putas no tienen Historia. Los discursos dominantes presentan a las trabajadoras y trabajadores del sexo como ’personas prostituidas’ que serían siempre y en todos los lugares víctimas. Desde ahí, es difícil que estas personas puedan tener una historia, algún poder sobre su propio destino y, menos aún, la capacidad política de analizar su situación de opresión según sus propios términos y de organizarse colectivamente en movimiento social y sindical” . (p. 95)
Thierry Schaffauser se dedica a “imaginar y redescubrir las resistencias pasadas” (p.95) de las prostitutas, de la Revolución Francesa – “Entre todas las mujeres que fueron a buscar al rey a Versailles el 5 de octubre de 1789, ¿cuántas eran prostitutas?” (p. 96)– o las contemporáneas –especialmente las manifestaciones de trabajadores y trabajadoras del sexo en las grandes ciudades de Francia en octubre de 2013 contra la proposición de ley de penalización de clientes (p. 210). Así mismo, describe las etapas de cómo se impuso en Francia durante el siglo XX una corriente abolicionista que convenció a una parte de la izquierda y del movimiento feminista, que ha pasado de la lucha por la abolición de la reglamentación de la prostitución, a la abolición de la propia prostitución. Finalmente, la genealogía del STRASS se traza tomando como referencia el activismo de las prostitutas desarrollado a partir de los años 70 del siglo XX y la renovación de un movimiento de prostitutas a comienzos de los años 90 bajo el efecto de la lucha contra el sida llevada por las asociaciones de salud comunitaria y el medio asociativo homosexual, que daban preferencia a no hacer juicios de valor, a la seguridad de las minorías fragilizadas y a la autodeterminación en materia de salud sexual. El activismo de las trabajadoras y trabajadores del sexo, se inscribe así en el seno de un “espacio público subalterno” /20 impulsado por los grupos considerados minoritarios o desviados sexuales.
La defensa de “Nosotras, putas” va mucho más allá de una defensa del trabajo sexual libre y reivindica la pertenencia de las luchas de las putas al espacio de los movimientos sociales, especialmente en lo que concierne a la lucha “contra la precariedad” y la “protección de las personas migrantes” (p. 204). La irrupción en las aceras de las grandes ciudades francesas a finales de la década de 1990 de trabajadoras y trabajadores sin papeles, consideradas víctimas de la trata, favoreció la recriminalización de la prostitución y la adhesión del campo político al proyecto abolicionista de la erradicación de la explotación de la prostitución ajena. Preocupadas a priori de liberar estas víctimas de la trata, las políticas públicas de la prostitución se tradujeron sin embargo en un reforzamiento de la política de seguridad para combatir la emigración irregular, “participando de un continuum de criminalización de las clases pobres oprimidas y consideradas como inferiores” (p. 186) /21. Para Thierry Schaffauser, no se trata de negar la explotación que puede provocar la prostitución, sino de reconsiderar el trabajo forzado al que a menudo se le asocia de las trabajadoras y trabajadores del sexo sin papeles: “el trabajo sexual puede ser una opción económica más envidiable que otra, o el único recurso posible, incluso para las extranjeras que han sido víctimas de la trata” (p.84). De hecho, la mayoría de las personas trabajadoras del sexo pertenecen al “campo de los explotados” por eso es importante , más allá de los escollos del populismo y del miserabilismo /22, colocar en el centro de la discusión la lucha por la defensa de los derechos, la capacidad de actuar y de negociar las condiciones de trabajo (p.224). Eso explica que al igual que la perspectiva interseccional introducida por el Black feminism /23, la construcción del sujeto “Nosotras, putas”, tiene relación con la definición de un sujeto colectivo minoritario que busca pensar la opresión de las prostitutas al lado de otras opresiones análogas y de este modo, proponer estrategias de coalición o alianzas puntuales entre minorías políticas –personas precarias, migrantes y las clases populares.
Les luttes des putes ofrece una perspectiva general de otro pensamiento de emancipación, feminista, anticapitalista y sindicalista. En este último punto, Thierry Schaffauser detalla minuciosamente, al final de la obra, las herramientas puestas a disposición por el STRASS para las personas trabajadoras del sexo y los combates que espera llevar a cabo: informaciones, ayuda jurídica, movilizaciones, contacto con asociaciones de salud comunitaria, son algunas de las prácticas estructurantes de una solidaridad práctica entre trabajadores y trabajadoras del sexo. En el centro de la argumentación está el nombre de las personas trabajadoras del sexo activistas, este “Nosotras, putas” y su potencial subversivo para repensar la prostitución y emanciparse de ideas previas y de los a priori de esta categoría. Thierry Schaffauser recuerda la heterogeneidad de este espacio social, la necesidad de ir más lejos, de movilizar más sistemáticamente sobre la situación laboral de las actrices porno, de las operadoras telefónicas o de internet rosa –que el STRASS también desea sindicar– escorts, dominatrices, chicas de club de alterne, trabajadoras y especialmente trabajadores transexuales. Es el momento de continuar la reflexión emprendida por la obra: la situación de las personas trabajadoras del sexo es plural, invita a repensar la sexualidad, a remover el paradigma de la explotación y las “nuevas formas de libertad de las personas precarias” /24 que pueden surgir.
9/3/2015
Traducción: VIENTO SUR
Notas
1/ El sitio del Syndicat du Travail Sexuel: http://strass-syndicat.org/
2/ Lilian Mathieu, Mobilisations de prostituées, Paris, Belin, 2001; Lilian Mathieu, La démocratie protestataire: mouvements sociaux et politique en France aujourd’hui, Paris, Presses de Sciences Po, 2011.
3/ Anne-Laure Barret, “Vallaud-Belkacem: ’Je souhaite que la prostitution disparaisse’”, Le Journal du Dimanche, 23/06/2012.
4/ Ver sobre este punto Lilian Mathieu, La fin du tapin: sociologie de la croisade pour l’abolition de la prostitution, Paris, F. Bourin, 2013.
5/ Las notas a pie de página, agrupadas al final del volumen, muestran esta diversidad de relatos recogidos.
6/ Xavier Vigna, L’insubordination ouvrière dans les années 68: essai d’histoire politique des usines, Rennes, Presses universitaires de Rennes, 2007.
7/ Joan W. Scott, “L’Histoire comme critique”, en Théorie critique de l’histoire. Identités, expériences, politiques, Paris, Fayard, 2009; “Les dominations”, Savoir/Agir, n° 26, 12/ 2013, éd. du Croquant, 128 p.
8/ De la misma manera, Morgane Merteuil, secretaria general de STRASS, también en sus artículos entabla la discusión con diferentes corrientes de pensamiento crítico para destacar los desafíos políticos del reconocimiento del trabajo sexual y del fin del “sometimiento legal” impuesto a las prostitutas. Ver especialmente, Morgane Merteuil & Damien Simonin, “Les travailleuses du sexe peuvent-elles penser leur émancipation? Sur quelques effets excluants des discours abolitionnistes”,Contretemps, 02/2013 [ en línea], Morgane Merteuil “Putes, corps désirants et émancipations”,Périodes, 04/2014, [ en línea]; “Le travail du sexe contre le travail”, Période, 09/2014 [en línea].
9/ Paola Tabet, La grande arnaque: sexualité des femmes et échange économico-sexuel, Paris, l’Harmattan, 2004.
10/ Carole Leigh, “Inventer le travail du sexe”, en Maria Nengeh Mensah, Claire Thiboutot et Louise Toupin (dir.), Luttes XXX – inspirations du mouvement des travailleuses du sexe, Montréal, éd. du remue-ménage, 2011, p.270.
11/ Gisela Bock, “Les dichotomies en histoire des femmes: un défi”, Clio. Femmes, Genre, Histoire, 2010, no32, p. 53-88.
12/ Éric Fassin, “L’éthique est un luxe”, Blog. Sautez Dans Les Flaques, 06/2014 [ en línea].
13/ Beatriz Preciado, Testo junkie: sexe, drogue et biopolitique, Paris, Grasset, 2008; Pascale Molinier et Sandra Laugier, “Capitalismes émotionnels”, Multitudes, 2013, vol.52, no1, p. 159-162.
14/ Sandra Laugier, Pascale Molinier, Frédéric Bisson et Anne Querrien, “Prenons soin des putes”,Multitudes, 2012, vol.48, no1, p. 32-37.
16/ Eva Pendleton, “Love for sale: Queering heterosexuality”, en Jill Nagle(dir.), Whores and other feminists, Londres, Routledge, 1997, p. 73-82, p. 76-77.
17/ Silvia Federici, “Wages for Housework”, en Revolution at Point Zero: Housework, Reproduction, and Feminist Struggle, Oakland, PM Press, 2012, p. 15-27, p. 20.
18/ Lilian Mathieu, “Appuis normatifs et compétences pour l’émancipation: l’exemple des revendications des prostituées”, Actuel Marx, 2012, vol.51, n o1, p. 165-179; Morgane Merteuil y Damien Simonin, “Les travailleuses du sexe peuvent-elles penser leur émancipation ?”, art. cit.
19/ En este sentido, las luchas de las putas confluyen con las de los años 1968 que son para Michel Foucault “luchas por una nueva subjetividad”: Michel Foucault, “Le sujet et le pouvoir” (§ 306), Dits et écrits, 1976-1988, Paris, Gallimard, 2001, p. 1047, citado en Lilian Mathieu, “Appuis normatifs et compétences pour l’émancipation”, art. cit., p. 165.
20/ Tomamos prestada la expresión de Nancy Fraser que define los espacios públicos subalternos como “escenarios discursivos paralelos en los que los miembros de grupos sociales subordinados elaboran y difunden sus contradiscursos, lo que les permite dotarse de su propia interpretación de sus identidades, de sus intereses y de sus necesidades” , Nancy Fraser, Qu’est-ce que la justice sociale ?: reconnaissance et redistribution, Paris, La Découverte, 2005, 2005, p. 126.
21/ Milena Jakšić, “Devenir victime de la traite”, Actes de la recherche en sciences sociales, 2013, vol.198, no 3, p. 37-48.
22/ Claude Grignon et Jean-Claude Passeron, Le savant et le populaire: misérabilisme et populisme en sociologie et en littérature, Paris, Gallimard, 1989.
23/ Kimberle Crenshaw, “Mapping the Margins: Intersectionality, Identity Politics, and Violence against Women of Color”, Stanford Law Review, 1991, vol.43, no6, p. 1241-1299.
24/ Patrick Cingolani, Révolutions précaires. Essai sur l’avenir de l’émancipation, Paris, La Découverte, 2014, p. 87. Sobre la cuestión del trabajo explotador, ver así mismo las nuevas perspectivas propuestas por Denise Brennan, Life Interrupted. Trafficking into Forced Labor in the United States, Duke University Press, Durham and London, 2014, 304 p.; Milena Jakšić, “Vie et survie du travail exploité”, La Vie des idées, 19/01/2015 [ en línea].
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