El presidente Barack Obama le ha dicho a Estados Unidos, y en particular a su Congreso, que debe hacer algo muy importante en Medio Oriente para detener el desastre. El análisis del supuesto problema es turbio en extremo, pero los tambores patrióticos comienzan a subir el tono y casi todo mundo, por el momento, sigue el juego. Un cabeza más tranquila diría que se están agitando desesperados por una situación de la que Estados Unidos es el mayor responsable de haberla creado. No saben qué hacer, así que actúan con pánico.
La explicación es simple. Estados Unidos se encuentra en seria decadencia. Todo les está yendo mal. Y en el pánico, son como el conductor de un poderoso automóvil que ha perdido el control y no sabe cómo disminuir la velocidad. Así que acelera y se encamina hacia un choque importante. El carro gira en todas direcciones y patina. Es autodestructivo para el conductor, pero el choque también puede acarrearle un desastre al resto del mundo.
Mucha atención le dedican a lo que Obama hace y a lo que no ha hecho. Aun sus defensores más cercanos parecen dudar de él. Un comentarista australiano en el Financial Times, lo resumió en una frase: “En 2014 el mundo repentinamente se hartó de Barack Obama”. Me pregunto si Obama no se ha cansado de Obama. Pero es un error echarle la culpa sólo a él. Virtualmente nadie entre los líderes estadunidenses ha propuesto alternativas que sean más sensatas. Muy por el contrario. Están los instigadores de la guerra, que quisieran bombardear a todos de inmediato. Están los políticos que en realidad piensan que hará una gran diferencia quien gane en las siguientes elecciones en Estados Unidos.
Una rara voz de salud mental proviene de una entrevista (aparecida en el New York Times) con Daniel Benjamim, quien ha sido el principal asesor de antiterrorismo del Departamento de Estado estadunidense durante el primer periodo presidencial de Obama. Él llamó farsa a la llamada amenaza de ISIS, cuando miembros del gabinete y otros oficiales militares de alto rango describen la amenaza en términos espeluznantes que no se justifican. Y afirma que lo que han estado diciendo no tiene ninguna evidencia corroborada y justo demuestra lo fácil que es para los funcionarios y los medios acelerar al público hacia un pánico. Pero, ¿quién le hace caso al señor Benjamin?
Por el momento, y con la ayuda de horripilantes fotos que muestran la decapitación de dos periodistas estadunidenses a manos del Califato, las encuestas muestran enorme respaldo en Estados Unidos para una acción militar. Pero, ¿qué tanto va a durar esto? El respaldo está ahí mientras parezca haber resultados concretos. Aun el jefe del Estado Mayor Conjunto, Martin Dempsey, al proponer una acción militar dice que llevará por lo menos tres años. Multipliquen esto por cinco y se podría acercar a cuánto va a durar. Y el público estadunidense con toda seguridad se desencantará pronto.
Al momento, lo que Obama propone es bombardear algo en Siria, no el envío de tropas “en el terreno”, sino el incremento de tropas especiales (hasta ahora 2 mil) como entrenadores en Irak (y es probable que en otras partes). Cuando Obama contendía por la presidencia en 2008, hizo muchas promesas –como es normal que hagan los políticos–, pero su promesa firmada fue salir de Irak, y de Afganistán. Y esto no lo va a cumplir, De hecho está metiendo a estados Unidos a más países.
La coalición de Obama va ofrecer entrenamiento a aquellos que define como “los buenos”. Y parece ser que este entrenamiento ocurrirá en Arabia Saudita. Bien por Arabia Saudita. Pueden examinar a todos los que van a entrenarse y decidir en quienes confiar y en quienes no se puede confiar. Esto hace posible que el régimen saudita (por lo menos tan confundido como el régimen de Estados Unidos) parezca estar haciendo algo, y les permite sobrevivir un poco más.
Hay formas de apisonar este escenario catastrófico. No obstante implican la decisión de hacer el viraje de la guerra a los tratos políticos entre toda suerte de grupos que no se quieren entre sí y que no confían unos en otros. Tales arreglos políticos no son desconocidos, pero son difíciles de llevar a cabo, y cuando se acaban de pactar son frágiles, hasta que se solidifican. Un elemento principal en los tratos que están en proceso en Medio Oriente es menos involucramiento de Estados Unidos, no más. Nadie confía en Estados Unidos, pese a que momentáneamente invoquen la asistencia estadunidense para esto o para aquello. El New York Times apuntó que, en la reunión donde Obama acordó impulsar su nueva coalición, el respaldo de los países de Medio Oriente presentes fue “tibio” y “renuente” debido a que existe “una creciente desconfianza hacia Estados Unidos de todas partes”. Así que, aunque siguen el juego, de algún modo limitado, nadie va a mostrarle gratitud a ninguna asistencia estadunidense. El fondo del asunto es que los pueblos de Medio Oriente quieren manejar su propio espectáculo, no cumplir la visión estadunidense de lo que se dice que es bueno para ellos.
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