sábado, 30 de marzo de 2013

BASES MILITARES NORTEAMERICANAS EN SUDAMÉRICA DISFRAZADAS DE "MISIONES HUMANITARIAS"


Telma Luzzani, periodista y analista internacional, explica cómo opera la red de bases militares norteamericanas en Sudamérica y por qué se disfrazan como misiones humanitarias.


En 2008 Estados Unidos anunció que iba a reactivar la IV Flota para patrullar el Atlántico y el Pacífico Sur. Unos meses después, luego de las insistentes denuncias de la prensa colombiana, el entonces presidente Álvaro Uribe reconoció que su país autorizaría al Pentágono la ocupación militar en siete bases. Casi al mismo tiempo se denunció el entrenamiento de tropas en la base chilena Fuerte Aguayo (Concón) y salió a la luz la negociación para instalar una base en la provincia de Chaco, estratégicamente ubicada cerca de la Triple Frontera y de la gran base paraguaya Mariscal Estigarribia, donde se encuentra la mayor pista de aterrizaje del continente. “Cada tanto una noticia de estas nos sobresalta y enseguida aparecen versiones tranquilizadoras que dicen que no hay de qué preocuparse, que se trata de misiones humanitarias”, explica Telma Luzzani, periodista con décadas de trayectoria en la cobertura de temas internacionales en todo el mundo y conductora del noticiero Visión Siete Internacional; autora del libro "Territorios Vigilados", una investigación que desnuda cómo opera la red de bases militares en Sudamérica.

¿Qué fue lo que le disparó el interés por este tema?
La reactivación del IV Flota del Comando Sur, en 2008, para el patrullaje de los océanos rápidamente me generó dudas porque no había razones visibles para esto: somos una zona de paz, no tenemos armas nucleares… Ahí me puse a investigar y apareció muy fuerte el tema de nuestros recursos naturales: América del Sur es, junto con África, la zona con más recursos estratégicos como agua, ciertos minerales, por supuesto petróleo, etc. Pero no fue lo único: esto también coincide con la consolidación de gobiernos de nuevo tipo en la región, que muy lejos de alinearse con Estados Unidos empiezan a tener políticas de mayor autonomía e integración. Hay por lo tanto también un interés de presencia para controlar qué tipo de gobiernos hay y las políticas que se aplican, porque quieren poder seguir influyendo en cuestiones económicas como la apertura de los mercados para la colocación de sus productos.

Usted dice que la investigación surge también de la evidencia del doble discurso: mientras más bases se instalan más se impone la versión dominante de que no les interesa Sudamérica y que sólo vienen por razones humanitarias.
Claro. En primer lugar es interesante ver cómo se transforman los argumentos usados para penetrar en la región: hasta la caída de la Unión Soviética la excusa era la lucha contra el comunismo. Pero una vez que desaparece ese enemigo, surgen nuevas amenazas: el narcotráfico y el terrorismo. Es lo que vemos en Colombia y lo que se dice también de Paraguay. Por un lado se arman argumentos y por otro se disfrazan las verdaderas intenciones.

¿Cómo son estas bases de nuevo tipo que se están instalando?
Son mucho más chicas que las que solían tener mientras existió la Unión Soviética, cuando ostentaban tremendas instalaciones llenas de soldados, vehículos y armas de guerra. Ahora es lo contrario: pequeñas, baratas y sobre todo muy disimuladas. Esta reconversión se hizo por razones económicas y sobre todo para ser aceptadas por los gobiernos y la ciudadanía en el nuevo escenario regional. Se llaman, por sus siglas en inglés, FOL: Sitios de operaciones de avanzada. Lo que se hace es garantizar la presencia del Pentágono o el Comando Sur presentándose como una misión humanitaria: campañas de vacunación de enfermedades, ayuda en caso de catástrofes naturales… O como en Chile, en Cocón, que dicen que entrenan a los Cascos Azules. Pero en realidad todas están vinculadas con la fuerza militar norteamericana: la mayoría de los ingenieros o médicos que forman parte de estas misiones son también militares entrenados en el Comando Sur y están capacitados ya sea para poner una vacuna, ya para disparar un fusil. Y siempre está la doble tarea: pongamos un caso inventado de que llegan para hacer una campaña de vacunación. Efectivamente vienen y vacunan, pero a la vez cumplen otras misiones no confesadas: recogen información del terreno, establecen vínculos con la población para ganarse la confianza que les garantiza abrirse las puertas a futuras visitas, instalan salas con computadoras y radares; que hoy sirven de aula y mañana podría tener otros fines.

Hay una base en particular que es eje de su investigación, muy cerca de la Triple Frontera y en pleno Chaco paraguayo.
Sí, la base Mariscal Estigarribia, a 525 kilómetros de Asunción, a 200 de la frontera con Bolivia y Argentina, a 320 de la de Brasil y muy cerca del acuífero guaraní. Es una base que nunca se sabe bien qué es; y aunque ahora no tiene directamente presencia norteamericana, después del golpe contra (Fernando) Lugo, se habló de conversaciones con el Pentágono para permitirles estar porque, según ellos, el Mercosur les había dado la espalda. Esta base tiene la mejor pista de aterrizaje de América del Sur, con un porte injustificado para estar en el medio de la nada. Según los especialistas que yo consulté, esta pista permite el aterrizaje de naves de guerra de grandes dimensiones, que pueden trasladar tanques, helicópteros, etc. Y, algo también confuso, es que siempre se da un doble mensaje de que no hay terrorismo y, a la vez, cada tanto aparece algún legislador republicano que dice que podría haber células de Hezbollah o vínculos con Irán. Siempre dejan la amenaza latente.

La famosa base de Resistencia que generó tanta polémica y que finalmente, por orden del Poder Ejecutivo, el gobernador Jorge Capitanich desestimó ¿podría vincularse con esta de Paraguay?
Totalmente. Yo lo vinculo directamente; porque estaban muy cerca y ambas alrededor de la Triple Frontera. Y aunque la de Resistencia se desactivó completamente, lo cierto es que cuando el tema salió a la luz y el Gobierno dio la orden de anular todo, ya se había hecho una parte de la “donación” para las instalaciones y ya había algunos norteamericanos trabajando.

Usted habla de la “Doctrina Obama” y documenta su tesis contraria a la versión dominante de que a Estados Unidos no le interesa América Latina.
Obama presenta una nueva doctrina militar en la que, como siempre, aparece con poca claridad cuál es el objetivo, pero siempre aparece un párrafo sobre la necesidad de control. Una de las hipótesis del libro es cuestionar un lugar común de los medios argentinos y también de los políticos, que es que América del Sur no tiene ninguna importancia para la Casa Blanca y para el Pentágono. Pero cuando se analizan los documentos surge que, al contrario de lo que se nos quiere hacer creer, somos una de las zonas de mayor importancia para Estados Unidos porque ellos saben que sin el control de América no pueden ser potencia mundial. Y no ahora, sino desde siempre: es interesante ver las múltiples vías por las que intentan contrarrestar cualquier crecimiento, autonomía, integración o poder de los países de América del Sur, en especial de Brasil y Argentina. Una de ellas fue conseguir que Naciones Unidas aceptara una cláusula por la que, únicamente la OEA, y no la ONU, podía intervenir en los asuntos referentes a los países latinoamericanos. Otra estrategia fue el vaciamiento de nuestros Estados y el debilitamiento de las democracias, acompañada con el entrenamiento de militares latinoamericanos a través del Comando Sur y con oficina de personal del Pentágono en casi todos los ministerios de Defensa. Argentina la tuvo hasta 2009, cuando la ministra Nilda Garré ordenó cerrarla.

¿Cuál es la fotografía de las bases estadounidenses en América Latina hoy?
Yo contabilicé tanto las de Estados Unidos como las de la OTAN, porque ellos son los líderes de la organización también y por lo tanto es lo mismo. Al momento de hacer el libro eran 23 en América del Sur repartidas en Colombia, Perú, Chile, Paraguay, Guayana francesa, Surinam y Guyana; Uruguay, Brasil, Venezuela, Ecuador y Argentina sin contar Malvinas, que es una de las bases más estratégicas, no tienen. Es una presencia fuerte pero no como en Centroamérica, donde tiene casi 45. Es impresionante ver el mapa porque en un territorio tan chico es una al lado de la otra.

¿América Latina tiene la fortaleza para resistir los intentos de penetración hoy?
La reactivación de la IV Flota despertó una alerta roja en todo el territorio, aunque yo creo que igual la idea ya estaba flotando, y llevó a la creación de organismos netamente sudamericanos como Unasur y el Consejo de Defensa y Seguridad. Dejamos de tener como hipótesis que el vecino es el enemigo y pasamos a ver a los vecinos como aliados estratégicos y entonces por ejemplo se hacen ejercicios conjuntos, se blanquea la compra de armamentos, se estudian estrategias en común. Para mí es un avance de años luz respecto de lo que pasó en otros momentos y que creo que se tendría que haber hecho hace muchas décadas para evitar el saqueo.

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